Diálogo en odontología

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JOSEP MARIA USTRELL VICEDECANO DE ODONTOLOGÍA. FACULTAD DE MEDICINA Y CIENCIAS DE LA SALUD. UNIVERSIDAD DE BARCELONA

En Ciencias de la Salud, en general, y en Odontología, en particular, la vocación junto al modelaje del aprendizaje nos conduce a una situación de privilegio entre humanos, como es la relación con el paciente, a nivel mental y físico, por las patologías que afectan la zona cráneo-facial y, específicamente, la cavidad oral.

En dicha relación debemos aplicar una serie de acciones orientadas a conocer el problema y buscar soluciones. Habrá que huir de crear falsas expectativas y no asustar, aun creyendo que estamos haciendo lo que corresponde. Antes de decir la última palabra será necesario disponer de toda la información necesaria y, sólo cuando estemos seguros del diagnóstico y hayamos reflexionado sobre lo que hay que realizar, plantearemos el problema al paciente y/o familiares.

Algunas acciones a realizar son:

  • Escuchar para saber qué le ocurre al paciente. Una pregunta fundamental en la historia clínica será el motivo por el cual nos visita el paciente. ¿Qué es lo que le preocupa? ¿Qué expectativas tiene con la consulta?
  • Tranquilizar porque el paciente tiene su propia visión del problema y normalmente acostumbra a pensar siempre en lo peor. Por ello, nuestra obligación es tranquilizar con palabras suaves, siendo realistas y comprensivos. Hemos de procurar ofrecer nuestras aptitudes con lo mejor de las actitudes, para generar confianza en el paciente, al cual no deberemos defraudar. No decepcionaremos nunca las expectativas que el paciente pone en nosotros.
  • Diagnosticar utilizando todo aquello que hemos aprendido. Habrá que poner encima de la mesa toda la secuencia de lo que nos han explicado y hemos entendido, es decir, la historia clínica, donde también constarán las pruebas analíticas de la posible patología, con sus resultados. Con todo ello podremos realizar el diagnóstico de la patología evidente y probada. Si tenemos dudas, no deberemos titubear en pedir ayuda a quien esté más preparado para el tema en cuestión.
  • Reflexionar y pensar en todo lo que tenemos ante nosotros. Imaginaremos al paciente finalizado el tratamiento, evaluando la estabilidad y los resultados funcionales y estéticos.
  • Dialogar con el paciente y/o familiares, llevando a cabo una evaluación emocional del paciente para conocer la motivación y las expectativas. Expuestas todas las posibles soluciones terapéuticas, de una forma clara y adaptada al conocimiento del paciente y después de conversar, llegaremos a un consenso que implicará un contrato. Si tenemos varias propuestas terapéuticas las deberemos exponer, explicando los pros y los contras de las mismas, sin crear falsas expectativas. Si realmente creemos que lo que le conviene en su caso es algo en lo que el paciente no cree, nuestra obligación será intentar convencer sin imponer, siempre y cuando no sea una causa de fuerza mayor y obligatoria, que pueda ser motivo de pérdida de facultades o de la propia vida. Dicha formalidad deberá plasmarse en el consentimiento informado, documento lo más exhaustivo posible que podrá ser aceptado ahora y rechazado después, si así lo desea el paciente.
  • Resolver demostrando nuestros conocimientos y experiencia. Siempre hay que explicar lo que posiblemente va a sentir el paciente, con un trato amable y afectuoso, con empatía. Tratar pensando lo que haríamos si fueran nuestros amigos o familiares, procurando hacer el menor daño posible y con medidas terapéuticas lo más simples posibles. Los resultados siempre serán mejores porque la reacción del cuerpo habrá recibido menos injurias y por tanto menos complicaciones.
  • Revisar en visitas posteriores la buena salud de nuestro paciente. Esta fase puede ser más o menos duradera, dependiendo del tipo de patología, de la dificultad terapéutica y de su resolución. Aquí la pregunta que hay que hacerse es si el problema por el cual nos llegó el paciente ha sido resuelto o no. Sólo con una respuesta positiva podremos dar el Alta y anotarlo en la Historia Clínica.

Cada paciente es distinto. En cada patología puede actuarse de forma diferente y el resultado del tratamiento no será nunca uniforme, por la variada respuesta del cuerpo humano a las enfermedades y a las terapéuticas, porque no responde cómo un robot.

Al paciente le podemos dar una salida muy válida, la libertad de consultar con otros especialistas, para que pueda decidir la que considere mejor terapéutica. Ello será siempre mejor aceptado si hay una buena relación interdisciplinaria. Al final, hemos de saber si resolvimos el motivo de su consulta. La relación razón, emoción y acción, proporcionará resultados distintos en cada uno de nosotros, que por eso tenemos un alma que nos permite pensar, comprender y decidir.