La Odontología en la “Cirugía” de López de los Hinojosos

Javier Sanz
Serrulla. Académico de número
de la Real Academia Nacional de
Medicina

De autoría española, el primer libro de Cirugía publicado en el Nuevo Mundo fue el titulado “Summa y recopilación de Chirvgia”, del español Alonso López de los Hinojosos, un texto de cirugía menor pero de gran utilidad para sus muchos lectores de la misma condición que el autor, y aun simples lectores, quienes desarrollaron la mayor parte de las actuaciones de su oficio en tierra por entonces escasa en cirujanos universitarios, como los segundos fueron tales simples lectores desde entonces con conocimientos básicos para iniciarse en la cirugía menor.

En este tratado renacentista no faltaron los mínimos saberes correspondientes al arte dental, que analizamos pues no suelen detenerse los historiadores en el mismo.

Francisco López de los Hinojosos.
En la portada de la obra dejó el autor algunos datos biográficos de importancia, uno de los cuales suele omitirse tantas veces pues tampoco es el lugar1. En este caso se declara “natural de los Inojosos”, actualmente municipio de menos de 900 habitantes de la provincia de Cuenca situado al suroeste de la provincia, casi limitando con la de Toledo. Debió nacer allí en 1534 o 35 pues afirman los cronistas que en el momento de su muerte, acaecida en México el 15 de enero de 1597, contaba 62 años de edad.

No obstante, Pocos datos se tienen de su época española, antes de pasar a Nueva España. Tan sólo, con certeza, el difuso hecho de que ejerció en España, si atendemos a lo que escribe el doctor De la Fuente en los prolegómenos de este tratado: hace muchos años que he visto curar y experimentar a Maestre Alonso en su arte de Cirugía en España… Este impreciso aserto nos deja, no obstante, la circunstancia académica del autor, a quien no se titula de bachiller, licenciado ni doctor, títulos que se lograban tras el paso por la universidad, sino que debió ser un “Cirujano menor” de tantos, de ahí lo de “Maestre”, en cabales palabras de su biógrafo Somolinos: Era cirujano barbero, sin estudios ni grados, pulido en el contacto directo de su profesión2. Ahora bien, el Alonso López, de profesión “barbero”, que ha comprobado G. Martínez Hernández en el Catálogo de Pasajero a Indias que embarca para Nueva España, dice ser natural de Villaescusa, suponiendo que se refiere a la vecina Villaescusa de Haro, vecina de Los Hinojosos aunque ésta villa de mayor importancia3.

Como tal Cirujano menor ejerció aquellas operaciones que le fueron de su incumbencia, quedando en un estado intermedio entre el Cirujano mayor, o de título logrado tras su paso por las aulas universitarias, y el Barbero, y así podemos comprobar en su texto cómo indica en tercera persona que la ejecución de las exodoncias era cosa de éstos: Nunca el barbero ha de intentar sacarlos [los dientes] hasta haber intentado algunos remedios4… y en el mismo tono: Y si todavía hubiere necesidad de venirse a sacar, sea con los instrumentos que para ello tienen los barberos5. No obstante delimitar, delimitar con total precisión los campos de cada uno de estos últimos dos profesionales es cosa difícil y puede que hasta estéril pues, por ejemplo, en la España del XVII, las obras similares6 son dedicadas a los “Barberos Flebotomianos”, quienes sangran, sajan y extraen dientes.

Así pues, este cirujano, menor de denominación popular pero mayor de experiencia, conforme a lo que dice en la portada de su pionera obra, era Cirujano y enfermero del Ospital de S. Ioseph de los Yndios, desta muy insigne Ciudad de Mexico. Lo de “Cirujano y enfermero” viene a ratificar cuanto venimos diciendo sobre su dedicación asistencial de rango menor en cuanto que los cirujanos mayores dejaban los cuidados de enfermería en otras manos de capacitación inferior.

Cirujano, pues, en México, tras actuar de lo mismo en España, probablemente durante un tiempo en Sevilla, donde el mencionado Juan De la Fuente era catedrático allí antes de pasar también a México, llegó aquí en 15647 y ejerció varios años en aquel hospital referido, más correctamente Hospital Real de Sanct Joseph de los naturales, haciendo lo propio y con éxito en algunos casos en los que era llamado fuera del hospital, donando buena parte de los dineros obtenidos a su querido hospital, del que fue también su director.

Tuvo López de los Hinojosos una hija de un primer matrimonio español y dos hijos de un segundo en tierras mexicanas, volviendo a enviudar hacia 1579 u 80. Decidido a ingresar en la Compañía de Jesús, lo logró a los cincuenta años, si bien lo había solicitado cuatro años antes, pasando su noviciado. Así, en 1585, con la tranquilidad de ver a sus hijos asimismo miembros de otras órdenes religiosas –su hija en el convento Regina Coeli y los varones uno agustino y otro dominico-, era miembro jesuita, aceptando el “estado de Hermano coadjutor” que conservó hasta su muerte, si bien nunca dejó de compatibilizar su vieja profesión de cirujano.

La “Svmma y recopilacion de Chirvgia”. 1578.
Estamos ante una sobria portada compuesta al modo tradicional, con su título, autor, lugar de edición y año, e impresor, adornada con un grabado de los santos patronos de la Medicina, Cosme y Damián. Fue impresa por primera vez en 1578. Adelantamos ya que tuvo una segunda edición, muy aumentada y más en lo médico que en lo quirúrgico, en la misma ciudad, imprenta de Pedro Balli, año de 1595, y casi cuatro siglos después, en 1977,
fue objeto de una tercera edición crítica a cargo de la Academia Nacional de Medicina de México, como primer número de la Colección “Nuestros clásicos”, con estudio introductorio de Germán Somolinos D’Ardois, transcrito el texto original de la primera edición en estilo actual. Es esta edición la que hemos consultado para elaborar el presente trabajo.

Constan los prolegómenos del libro de una licencia, a cargo de D. Martín Enríquez; la licencia eclesiástica, por el arzobispo de México D. Pedro Moya de Contreras; las licencias “científicas” de los correctores Fray Agustín Farfán, el doctor Francisco Bravo y el Protomédico doctor Juan De la Fuente, la dedicatoria al mencionado arzobispo de México, D. Pedro Moya de Contreras, y dos escritos finales, una presentación dirigida “Al Benigno Lector” y un proemio.

Más allá de que el investigador dé con el propósito del autor en esta obra tras la lectura y análisis de la misma8, conviene contar también con la propia opinión del mismo escritor, quien la expresa así en dicha presentación “Al Benigno Lector” tras hacerse cargo de que los libros de Cirugía rayan un estilo y fundamento muy elevados, desde luego lejano a la pobre formación de quienes necesitan ayuda, por ello: doliéndome yo de esto y por los que están fuera de esta ciudad [México] en minas y estancias, pueblos y partes remotas, que carecen de los remedios convenientes, hice este libro para que cualquiera que supiere leer hallare el remedio para la pasión y enfermedad que tuviere que en este librose hace mención; y sabrá la causa de que procede y es hecha la tal enfermedad y cómo se ha de curar9. Algo parecido había adelantado en la dedicatoria, de la siguiente manera: éste mi pequeño servicio es para que las pobres personas y en especial los indios naturales que tengo a mi cargo de sus enfermedades tocantes al arte de Cirugía sean curados como hasta aquí lo han sido por mi, lo cual es pública utilidad10.

Dividió el autor la obra en siete “tratados” según su propósito, iniciándolo con uno sobre anatomía (17 capítulos) seguido de otros seis, sobre la sangría (7 capítulos), las apostemas (27 capítulos), las “heridas frescas” (13 capítulos), el “mal de bubas” (4 capítulos), las fracturas y dislocaciones (12 capítulos) y el que cierra, sobre la pestilencia (4 párrafos).

Así las cosas, nuestro propósito es la búsqueda y el análisis de aquellos asuntos relacionados con el aparato estomatognático, bien de índole anatómica como patológica o terapéutica. Siguiendo el programa de la obra conforme lo ordenó el autor, los siguientes son los hallazgos particulares al respecto, entendiéndose que la disección que nosotros efectuamos no ignora los conocimientos globales que se exponen, de tal manera que si, por
ejemplo, se habla de “Qué cosa es arteria”, es obvio que también valdría para aquellas que discurren por nuestro territorio, etc.

El muy elemental Tratado I, sobre anatomía, no aporta cosa de gran interés. En el capítulo XIII, “De las partes del rostro”, se citan como tales “las quijadas”, ocupándose en su totalidad a las siete túnicas del ojo y sus cuatro humores. Algo más extensa es la información incluida en el capítulo siguiente, “De las partes de la nariz”, donde se puede leer: También las mejillas y las quijadas son partes del rostro que tienen carne musculosa, venas y arterias. Las partes de la boca son cinco: los labios, los dientes, la lengua, el paladar y la campanilla. Nos deja la denominación de los dientes en su lengua de adopción: Los dientes son ventiocho o treinta y dos; dos aduales, dos adrupales, dos caninos, ocho molares, y dos cayzales. Su asiento es en las quijadas11.

Propio del Tratado II es el modo de efectuar la sangría, terapéutica ancestral que todavía perviviría hasta bien entrado el siglo XIX para eliminar aquellos humores en exceso que se identificaron como responsables primeros de tantas enfermedades. Referente a las venas bucales, así se procedería en su técnica conforme deja escrito el autor en el capítulo IV, “De la definición de vena y cuántas son en uso de sangrar”: En los labios de la boca hay cuatro venas que solo con sajarlas hacen su evacuación. Más complejo, por su situación interna, es el abordaje de las sublinguales: Debajo de la lengua hay otras dos venas que se nombran Leónicas, las cuales se sangran de esta manera: propuesta la ligadura por el cuello, se haga una mordazica de palo redondo en que entre la lengua en medio de él. Vuélvase la punta de la lengua dentro de la boca a la parte de arriba y le rompa las venas a lo largo y deje salir la sangre que quisiere. Si saliera mucha tome el paciente un poco de agua en la boca, que luego se estancará12.

No deja de ser curioso, si bien ya sabemos que el libro no está armado a la forma académica, que el mayor contenido odontológico se incluya en este segundo tratado sobre la sangría, concretamente en el capítulo V, titulado “Qué cosa es diente y muela y cuántos dientes y muelas hay en la boca y cómo se nombran”. Aun así, el contenido es más largo que el enunciado pues entra en la patología y adelanta algunos remedios si bien dejando las operaciones definitivas, las exodoncias, en manos de los barberos.

Así pues, Dientes y muelas son miembros simples, de substancia espermática, de complexión fría y seca, y de substancia dura. Es de saber que todos los huesos de nuestro cuerpo son incapaces de dolor por no tener como no tienen sentido, excepto los dientes y muelas que sienten lo frío y el calor, por parte y causa de unos nerviecicos que vienen por sus raíces.

Vuelve el autor a exponer la denominación antedicha de los mismos tras hacer el contaje, en número de 28 o 32, repartidos en “cada quijada” en número de catorce o dieciséis, siendo sus nombres, de nuevo: dos aduales, dos adrupales, dos caninos, ocho molares y dos caisales. No es difícil deducir que, al seguir un orden antero-posterior se corresponden aduales con centrales, adrupales con laterales y caisales con cordales. No se distinguen, de acuerdo a la herencia recibida, premolares de molares, siendo para el autor, como para tantos otros, la misma cosa premolar y molar si bien varían en el tamaño.

Respecto a la patología, dos son las “entidades” que sufren: Estos dientes y muelas padecen dolor y corrupción; ahora bien, lo único que aborda es lo primeo: El dolor es por causa y parte del nerviecito que le entra por su raíz y no por doler habrá que extraer hasta haber intentado algunos remedios: como son vinagre cocido con unos granos de pimienta, y con ello se enjuague la boca y si con esto no se le quitare el dolor, que será por ser el humor frío, hágase este remedio que es más principal y de mayor efecto que se ha visto, con el cual yo he reservado muchos dientes y muelas sin sacarlos, el cual es este que se sigue: Moja un pliego de papel blanco en agua fuerte y enjuáguese a la sombra y ya que esté seco toma gengibre, pelitre y pimienta, una onza de cada cosa, con seis granos de apio, y todo se haga polvos con el papel y se ponga en la encía de la muela que doliera, que aunque esté la encía hinchada se quitará el dolor. No bastando esto, se procederá entonces a la exodoncia, debiéndose tener conocimiento de las posibles hemorragias subsiguientes para las cuales aporta remedio: si sucediere flujo de sangre conviene echar polvos restrictivos o de incienso en una clara de huevo y fermar el vaso donde se ha sacado la muela con hilas mojadas en clara de huevo donde están los polvos arriba dichos. Si no bastare con ello, todavía se propone otro remedio tras quitar las hilas poniendo polvos de trociscos de minio y luego se ponga encima de los polvos unos pañicos mojados en vino y ponga el dedo encima de todos ellos hasta que esté seguro el flujo de sangre, haciendo saber al paciente que al dormir deberá apretar con los dientes los paños que se hubieran puesto en “la parte enferma”. Deja el autor para el final, cuando debería haberlo hecho anteriormente a estas complicaciones, que acabando de sacar el diente o muela se le ponga en el vaso de donde saliere unas hilas mojadas en vino en que se haya cocido un poco de romero y sal13, entendiéndose esto como norma general a aplicar tras cualquier exodoncia, al menos de alguna laboriosidad.

Es en el Tratado V, del “mal de bubas”, denominación de la época de la sífi lis, donde el autor expone lo que ha observado a consecuencia del remedio empleado en el tratamiento, lo que entonces se llamaron “unciones”. El capítulo II se titula claramente, “De las úlceras que se hacen de la boca después de haber tomado las unciones”, si bien dichas úlceras, y hasta la destrucción del paladar duro, sabemos hoy que son consecuencias de esta enfermedad y aparecen en su tercer estadio. Así se puede leer: Suelen venir a la boca grande diversidad de enfermedades, algunas veces ulcerándose la campanilla, comiéndose toda, y que luego pierden el órgano del hablar hablando por las narices feamente. Y otras veces oradándosele el cielo o lo alto de la boca, saliéndole huesos por él, lo cual es incurable; y otras veces en las quijadas. También suelen venir en la lengua unas habas como carne esponjosa. De suerte que en la boca hay muchas maneras de enfermedades, que para todas es bueno este lavatorio, con el cual yo he escusado muchas veces las unciones: Toma dos dracmas de solimán, cuatro onzas de vino y otras tantas de agua, y en ello se eche media onza de bermellón y con esto le den con un cepillo en todas las llagas de la boca14.

Por fin, el Tratado VI, titulado “De fracturas y dislocaciones”, viene a proponer el mecanismo de reducción de la “Dislocación de las quijadas”, que es de lo que tata el capítulo V. Suelen dislocarse las quijadas hacia abajo porque siempre que se dislocan o desconciertan las quijadas es bostezando, la cual dislocación es muy dificultosa para tornarla a su lugar, para lo cual se ha de hacer de esta manera:

Tomen dos ministros, los cuales traigan una faja o paño de manos por debajo de la barba al enfermo y sáquele el paño por una y otra parte diestra y otra por la siniestra tratando cada uno de los ministros por la parte que le cupiere, estando el ministro sentado sobre una silla. Y si no se pudiere restaurar el enfermo, échenlo tendido en el suelo, y puestas las rodillas en los hombros del paciente, tire cada uno de su parte hacia arriba tirando la faja o paño con duración, y el restaurador con las manos vaya ayudando hasta que vuelva a su lugar. Ninguna dislocación hay que tanto convenga que luego se restaure como es ésta, porque luego vienen grandes accidentes, y algunas veces espasmo. Y puesto en su lugar, póngase esta bilma:

Toma polvos de incienso y mirra con aguardiente, se haga como ungüento y se ponga junto a las orejas, porque allí está la dislocación. No coma si no fuere cosa bebida para que no se torne a dislocar15.

La segunda edición, 1595.
Así pues, diecisiete años después salió una nueva edición en el mismo país aunque en distinta imprenta. Bien aumentada y corregida, llevaba implícito en el título las nuevas aportaciones: Svmma y recopìlacion de Cirvgia, con un Arte para sangrar, y Examen de Barberos. A esto añade la detallada exposición sobre “las reumas” que también ha incluido en el texto que suma ahora diez tratados, otorgándole precisamente a este tema lugar principal pues abre la nueva edición. Igualmente se incluyen sendos tratados sobre las enfermedades del parto y las de los niños, ampliándose así los conocimientos necesarios que, como en la edición anterior, deben poseer de nuevo no ya los cirujanos menores y los barberos, sino también quienes deseen acometer pequeñas actuaciones principalmente de índole quirúrgica.

En los prolegómenos de la presente edición se cuenta la licencia, por tiempo de veinte años, de D. Luis de Velasco; la del gobernador, Juan de Cervantes; la aprobación, del Dr. Ortiz de Hinojosa, y de dos pareceres del Dr. Francisco Bravo.

De nuevo en el rastreo de las informaciones de carácter estomatológico, venimos a encontrar las siguientes. Es en dicho primer tratado donde encontramos las primeras nociones de nuestra especialidad con mayor amplitud que en la edición de 1578, en los capítulos XXII a XXV, y así el más temprano se titula “Del mal de la boca”, adelantando que en ella se hazen enfermedades de muchas maneras, como son llagas en la lengua, y vnas
como berrugas, y se hincha la campanilla, y si con diligencia no se curase, come la campanilla y hablà por las narizes, y se corrompè los huessos del cielo de la boca y hablan gangoso, correspondiéndose estas lesiones con las del mal de bubas referidas entonces si bien ahora se atribuyen a causa reumática: Las reumas que ordeno naturaleza para humedecer todos los miembros motiuos, como la boca tiene tàta necessidad, porque se mueuen muelas, quixadas y diètes, y la lengua: y como naturaleza tiene necessidad de reparar todo esto, ay siempre en la boca mucha humedad, y con pocas occasiones se altera y se hazen llagas de differètes maneras como vemos que vnas vezes se derritè las reumas con mucho calor accidentado del sol, y otras vezes accidentadas de unas calenturas y calores.

Establecida así la causa del mal de la boca, evidentemente referido a mucosas en general, pasa a continuación a la cura del mismo mal con elaboradas recetas que transcribimos en su totalidad pues algunas de las plantas son desconocidas en el viejo continente hasta la fecha. Primero se recomienda un régimen alimenticio: A de comer por ante passas, y de postre rosquete, o atole, y aue, o carnero assado, y el agua se cueza con canela, y en ella despues de cozida se le heche çarçaparrilla: los xaraues se hagan de esta manera:

Toma quatro onças de miel rosada, y en ellas se le heche peso de dos tomines de poluos de los llanos de las minas de Guanaxuato, o de Colima, o de Mechoacan, y desque aya acabado de tomar cada dia dos dos cucharadas comèçara a tomar estos sudores.

Toma quatro onças de çarçaparrilla, y dos varitas de raiz de pulque, y cueza en tres açumbres de agua, hasta que desmengue la mitad, y luego se le añida vna escudilla de miel, y otra de açucar vna libra, y de que este colado tome cada dia media escudilla a la mañana, y otro tanto a la noche, y si fuere menester mayor desecacion, le den los sahumerios de copal, o de bermellon, por la orden que dexamos dicho, y el sudor se limpie muy biè y se pòga ropa limpia, y sea caliète, y si la boca esta inflamada d calor se haga gargarismo con leche y açucar, y sin son llaguillas que sean hecho poco a poco, se laue con esta agua.

Toma vino aguado, y vn grano de soliman, y con vn guisopillo se laue las llaguillas dos vezes cada di, como no este fuerte, tambien es bueno cardenillo y azeyte, y con un guisopito limpien la boca, y si el enfermo quedare achacoso con enfermedades no conocidas, son buenos estos polvos.

Toma pimienta, y canela, y ojas de piziete y anis, tres onças de cada cosa, y media libra de açucar y vna libra de çarçaparrilla, y todo bien molido y destos poluos tomen dos cucharaditas cada noche: con vnos tragos de agua de çarçaparrilla; son muy prouechosos estos poluos para reumas que sean destemplado en el estomago, y hazen enfermedades no conocidas16.

El siguiente capítulo, nº. XXIII lleva por título “Del dolor de dientes” y de nuevo una introducción pone el asunto sobre la mesa, advirtiendo que los únicos huesos del cuerpo humano que duelen son los dientes y las muelas, por razón de vn neruezito que les sirve como de tutano, q ordeno naturaleza para atar y ligar las muelas y, de nuevo, es la reuma alterada la causante de este dolor excesivo.

Y de nuevo expone sucesivamente causa y cura del mal. Referente a lo primero, una vez el frío ha alterado el cerebro, corre la reuma por las vías q mas acomodadas halla, y assi baxa a los dientes y muelas, si bien otras veces será el neguijón, como se verá dos capítulos adelante, el responsable pues llegando al nervio se siente terrible dolor, especialmente con las bebidas frías y calientes.

Referente a su tratamiento, destacan principalmente los vahos y la cauterización en la zona auricular. Mientras tome los “lamedores”, vna cucharadita de miel rosada, o de maguey, el paciente debería hacer vahos de la siguiente manera: Toma pimienta y ololiuque, y cueçase con vino, y desque este hiruiendo tape la olla con vn embudo, y el cañon en la boca reciba el baho dos otres vezes.

Después, y para que se acabe de quitar, y que no le buelua a mas le quemè las venitas, que estan dentro de la oreja, desta manera. Toma vn herrecito que tenga vna cauadurita quanto quepa la vena de la oreja; como la luna de cinco días, o como vna dexarretadera, y no se a d apretar mucho la mano y el hierro no a de ser agudo, y a de tener de grueso como un tostò, y no duelè mas las muelas, así como tampoco se padece ciática, y es cosa marauillosa ver como quita el dolor de muelas y diètes17.

Trata el capítulo XIV “de la tova” y sigue la misma estructura: definición, causa y tratamiento. La primera es de precioso estilo y así reza: Llaman toua vnas arenillas, que se quajan entre los dientes y los ligan, y es de tal manera que se hazè vna mesma cosa cò ellos, de donde a uenido el vulgo a llamarla toua, por que traua vn diente cò otro, como hazè las touas que hechan a los pies trauando vno con otro, la qual toua destruye la carne de la encia, quedàdose ella en su lugar dexando defraudada la encia del beneficio, quele hazia allí su carne. Al quedar incluido este mal en este tratado no podía esperarse sino que la causa sean los reumas que ordeno naturaleza para humedecer la boca, y lengua, dientes, y muelas, y con el frio de la respiracion se quaja, y haze toua, del mismo modo que se originan otras que podríamos llamar “calculosis” en riñones o en las articulaciones de los gotosos. Refiere el testimonio de vn medico docto de nuestros tiempos que comentó el caso de un paciente a quien se le cayeron todos los dientes de vna grande abundancia de reumas, sin corrupcion de la mandibula ni de los dientes y al cabo de unos días le abrieron una especie de tumorcillos aparecidos en las encías, encontrando allí vnos terroncillos de toua, deduciéndose categóricamente que son reumas las que hacen la toua, y no el humor, ni las limosidades de la boca.

El tratamiento de esta afección pasa por varias fases, comenzando con un buen régimen de vida que incluye dormir con la boca cerrada para evitar que el aire inspirado y espirado enfríe los reúmas con que están humedecidas las raíces dentales; después, se debe ser cuidadoso con la higiene dental: teniendo cuydado de limpiar a menudo los dientes, y de quando en quando con vn buril cerrados los dientes, cò vn tomin metido entre ellos pues se desprende con facilidad. Asimismo propone unos polvos dentífricos: Toma piedra pómez, o de amolar, o arenilla bien cernida, y poluos de incienso, y sangre de drago, partes yguales, y con agua de goma se van formando peuetes como dedos, y no tan gruessos sino como vn cañon, con los quales se limpie vna vez cada semana lauandose la boca con orines, y la boca cada mañana se laue con vino, con lentisco o poluos de incienso , con que se aprietan los dientes y engendran buè olor, lo qual se a de hazer hasta del todo quitar la toua18.

Por último, se ocupa en el capítulo XXV “del neguijón”, enfermedad correspondiente a la caries dental, en cuya etimología repara y así considera que recibe tal nombre por pararse el diente negro como lo esta la neguilla que nace en los trigos por aquella semejança que tiene con ella. De nuevo la causa son reumas alteradas y detenidas entre las muelas y diètes, además de la mala higiene si bien en íntima relación y no como causa distinta pues con la limpieça se resueluen las reumas, y asi no abria lugar de corromperse los huesos d los dientes. Tal corrupción no duele hasta que la corrupciò es penetrante, y llega al neruezito q es el que siète dolo, al qual dolor acude luego el humor y haze la hinchazón, y es causa de corromperse las dichas muelas y apostemar sus enzias, y corromperse las mandíbulas hasta descubrir sus rayzes. Todo esto podría evitarse, lavándose la boca tres veces al día, por la mañana, tras la comida y tras la cena, además de masticar por ambos lados y así, contundentemente, la boca jamás criara neguijon.

También el maxcar cicle haze no parar en los dientes y muelas reumas, pero si algún diente estuviere ya afectado, con caries penetrante, convendrá desviarlo de los vecinos o limarlo, y todavía tendría remedio quemándolo con agua fuerte, cò la raiz del mole y maxque del almèdra del capote pero en caso de no remitir el dolor, es mejor sacar el tal diente o muela, y aun si se hinchare la boca, convendría sangrar, y todavía si no cediera la inflamación con la sangría convendría administrar tres o quatro sahumerios con copal o pastilla que lleua bermellón, y purguese con vna cucharadita de poluos de Colima, o Guanajuato, o Mechoacà.

Termina este capítulo con el testimonio de los dos hombres que él había visto como pasmados por dolor de una muela y aun de todo el cuerpo, de lo que curaron tras la exodoncia19.

Es ahora el Tratado II, “De Anothomia”, que ocupa un apartado “De la boca”, cuyas partes son cinco, los labios, los dientes, la lengua, el paladar, la campanilla, o pligotoi20, repitiendo lo referente a los dientes como en la primera edición.

De igual manera, reitera la expuesto en aquella edición de 1578 lo relativo a la sangría de las venas leónicas21 y es en esta edición cuando indique que Nunca el baruero a de sangrar sin licècia del medico22, así como también será competencia de éste mandar poner ventosas23.

Más acertado se muestra en la nueva edición cuando habla en el capítulo tercero, “de la dislocaciò de las quixadas”, del libro VII, titulado “De fracturas y dislocaciones”. Debe seguirse el siguiente procedimiento para reducción de dicha luxación: El paciente ha de estar sentado sobre vn banco, o sobre la cama, y el artífice delante del, y vn ministro por detras del paciente sentado, y vn paño de manos por debajo de la barba, y el ministro por delante del enfermo, y el dedo pulgar metido por la boca, y con la otra mano tenga la cabeça, y le lleue la quixada mansamente hazia el lado sano, y buelua otra vez hazia el lado mismo, y esto se haga tantas vezes, hasta que se reduzga el hueso en su lugar, y el ministro tirando hazia arriba, hazia un lado, y hazia el otro, hasta que encaxe en su lugar, y luego se le ponga esta bilma.

Toma yncienso y mirra, y tratese con trementina, y hechese esta bilma junto a las orejas ambas, y en su lugar sea oxite, todo con poluos de la simiente del árbol del Piru tostado, y biè caliente, y quàto lo pudiere sufrir, y la ligadura sea por debajo de la barba, y se ate ençima d la cabeça24.

Por último, en el Antidotario incluido al final del libro recopila algunas fórmulas farmacológicas para otros tantos usos. Una de ellas es el Ynguento para limpiar la boca de los que estan en vnciones, y dice así: Tomar cardenillo, y alùbre, Media onça de cada cosa, y hechese en quatro onças de azeyte, estando subtilmète molido, y tratese cò vn palito, y cò esto se limpià las llagas de la boca doz vezes cada dia, sin otro genero de lauatorio por q se caen los dientes, con la frialdad del lauatorio25.

Otra es el siguiente Gargarismo para la boca, compuesto de la siguiente manera: Toma vn puñado d la yerua d la golòdrina, y cueza en vn açumbre de agua, hasta que mengue la mitad, y despues que se aya colado le añidan vnos granos de grana de cochinilla molida, y vn granito de soliman crudo, y con esto se haga gargarismo: dos vezes cada dia, que en poco tiempo sana las llagas de la boca, y de la garganta, por de mala calidad que sean26.

Dejemos un colofón sobre esta obra. Quedando claro el propósito del autor, no lo es tanto en la práctica. Está claro, sobre todo en la primera edición, que su intención no es redactar un tratado académico de altos vuelos, dirigido a colegas ni siquiera a estudiantes de la Medicina o la Cirugía. Pero quien quiera interpretar este libro habría de partir de unos conocimientos previos, siquiera mínimos, que no obran en poder de aquellos “cualquiera que supiere leer”. Menos aún se les puede animar a practicar alguna acción quirúrgica, si acaso a la aplicación tópica de una receta, dando por bueno, que ya es dar, la interpretación, por no decir diagnóstico, del mal sobre la que intervendría ese “cualquiera que supiere leer”. No es, desde luego, un libro de tantos dedicado al pueblo, de aquellos que se conocen como “de medicina doméstica o popular”. Para nosotros es más bien un libro de cirugía elemental, con contenido a gusto del autor, dedicado a esos cirujanos menores que ante la escasez de profesionales de mayor nivel tanto trabajo tuvieron no sólo en México sino incluso en países europeos de milenaria tradición quirúrgica escrita y centenaria docente, pudiendo encontrárseles contratados con toda legalidad por ayuntamientos incluso en el siglo XIX pues estaba legitimados por su carta de autorización extendida por el Tribunal del Protocirujanato.

La segunda edición mantiene el tono aunque amplia el programa con la inclusión del más extenso tratado dedicado a los reúmas, si bien encaja forzadamente en esta teoría algunos
males de los expuestos a continuación con explicaciones muy elementales sobre su etiopatogenia. También son novedad ahora los referidos tratados sobre el parto y las enfermedades infantiles más frecuentes, con lo que intenta aumentar la utilidad del libro. De biblioteca pobre, Aristóteles, Cornelio Celso, Dioscórides y Guy de Chauliac son los únicos citados y no con profusión; Juan de Vigo y el coetáneo español Luis Lobera de Ávila, abundantemente referido, aparecen más para corroborar sus teorías que para sostenerlas. Desconoce, evidentemente, el Coloquio breve y compendioso… de Francisco Martínez de Castrillo, editado tan sólo siete años antes de su partida para Nueva España.

No obstante de ser una obra quirúrgica menor, no olvida la materia que hoy llamamos estomatológica, y quedan estas elementales nociones, más amplias en la segunda edición, entre las primeras impresas del Nuevo Continente que sedimentaron como referencia en la que aprender y afirmar lo más elemental para ir evolucionando con experiencias posteriores.