Desde el año 1944 en que se modificó el título de Licenciado en Odontología y se transformó en una especialidad de la Medicina hasta el año 1986, el ejercicio profesional de “Dentista” era competencia exclusiva de los médicos especialistas en Estomatología. Lo que hoy conocemos como “Odontología” había venido siendo hasta esas fechas una especialidad más de la Medicina a la que se accedía mediante pruebas de acceso diferenciadas del conocido MIR. Solo cuatro años después, en 1990, se incorporó también a ese sistema de selección. El sistema de formación era extrahospitalario y se impartía en Escuelas Profesionales universitarias, en nuestro caso de Estomatología. Medicina Legal y Forense o Medicina del trabajo tenían un sistema equivalente.
En el año 1986 fue de nuevo creada la Licenciatura de Odontología en España, pero en esta ocasión se hizo ya en base a los referentes europeos, con cinco años de formación y un currículum profesionalizante desarrollado en nuevas Facultades de Odontología que sucesiva y progresivamente fueron sustituyendo a todas las Escuelas de Estomatología de las Universidades públicas españolas. Desde entonces, la nueva profesión de “Dentista” pasó a ser desempeñada también por jóvenes odontólogos y odontólogas. Muy pocos años después dejó de convocarse la formación en la especialidad médica de Estomatología, por lo que, en la actualidad, el acceso a la profesión odontológica en nuestro país, se realiza de manera exclusiva a través de las Facultades de Odontología.
Los criterios aprobados por la Unión Europea que inspiraron el nuevo título profesional facultaban para el ejercicio profesional de manera directa. También contemplaban la creación de las especialidades odontológicas que, en mayor o menor grado, han sido desarrolladas en todos los países miembros con una excepción: la nuestra. Una vez más, España ha demostrado ser incansable en su capacidad de ser diferente (Spain is different) y 38 años después, aún no han llegado a sustanciarse las especialidades de la Odontología en nuestro país.
En España se gradúan cada año por encima de 2.000 nuevos dentistas en las 24 Facultades de Odontología públicas y privadas existentes, que en los próximos dos años superarán la treintena al incorporase seis nuevas Facultades de Universidades privadas. El 57,3% de los egresados son mujeres habiéndose incrementado este dato en 13 puntos desde 2010 y esta proporción continua al alza.
A fecha 1 de enero de 2021, última fecha publicada por el Instituto Nacional de Estadística a la que he tenido acceso, el número total de dentistas en España era de 39.764, habiéndose producido un significativo incremento del 43% con respecto a los 10 años previos. Actualmente, el 59,8% tienen menos de 45 años, lo que indica una población profesional muy joven inmersa en un profundo cambio generacional.
Los continuos avances de la Odontología, tanto en su vertiente teórica como práctica, discurren paralelos a los de otras profesiones sanitarias, singularmente la medicina, precisando de una permanente actualización y podríamos considerar que, desde hace ya muchos años, han configurado un cuerpo de doctrina específico. De hecho, la necesidad de completar la formación adquirida durante los estudios de grado ha sido una constante en los profesionales odontólogos que masivamente acuden a la formación de postgrado, tanto dentro como fuera del ámbito universitario, para ampliar sus conocimientos, habilidades y aptitudes profesionales buscando adquirir competencias para centrar su ejercicio profesional en los ámbitos de conocimiento especializado que den respuesta tanto a sus preferencias y expectativas profesionales como a las crecientes y cada vez más complejas demandas de salud bucodental de sus pacientes.
Desde hace más de veinticinco años se vienen ofertando por diferentes organismos e instituciones de nuestro país programas formativos postgraduados. Pero, en todo caso, los cursos de postgrado que actualmente realizan los dentistas españoles para incrementar sus conocimientos sobre distintas áreas de la Odontología generan dificultades entre la ciudadanía y los propios pacientes a la hora de interpretar su validez real ya que, a menudo, asemejan con terminologías ambiguas -cuando no confusas- la formación impartida por esta vía (especialista, experto, máster, etc.). Además, se trata de una formación muy cara, por lo que el acceso a la misma está marcado por el sesgo de la renta.
En el ámbito universitario, estos programas se han canalizado fundamentalmente por la vía de las enseñanzas propias, que han proliferado de forma exponencial. Sin embargo, se trata de títulos propios que, por su naturaleza, son títulos no oficiales. Y en el ámbito externo a las universidades o extrauniversitario, existe un abigarrado conjunto de ofertas docentes de postgrado sustraídas a cualquier regulación y con escasos requisitos de acreditación o control, frecuentemente mediatizadas por los intereses comerciales o económicos de la industria o las entidades que las sufragan y amparadas o patrocinadas principalmente por cuatro colectivos diferentes: Sociedades Científicas, Colegios Profesionales, Empresas del sector dental y Profesionales privados que imparten diversos programas de formación.
Permítanme que, por ahora, finalice compartiendo con ustedes lo que considero que son dos reflexiones clave. La primera de ellas es la ratio dentista/habitantes, que en España es de un dentista por cada 1.192 habitantes, lo que representa una cifra muy elevada teniendo en cuenta que la Organización Mundial de la Salud recomienda un dentista por cada 3.500 habitantes. España ya triplica prácticamente esta cifra. Y aquí reside la justificación esencial para la determinación de los númerus clausus en el acceso a la carrera de Odontología que aplican las universidades públicas españolas. Lamentablemente, no ocurre así en todas las universidades privadas que siguen favoreciendo que este indicador continúe alejándose de los estándares europeos.
La segunda reflexión que les ofrezco es que sólo uno de cada dos españoles visita al dentista al menos una vez al año, situando a nuestro país muy por debajo del promedio de la asistencia dental en la Unión Europea. Es cierto que este dato puede tener una lectura positiva por aquello de hacer de la necesidad virtud, pues indica que todavía queda un amplio margen de actuación profesional odontológica en nuestro país. Pero en mi criterio, este margen debería ser resuelto no con la masificación de profesionales de la Odontología sino con la mayor cualificación postgraduada del máximo número de ellos y ellas posible. Es decir, comprender que en España no se trata de formar más dentistas ya que su número prácticamente triplica el recomendado por la OMS, sino de ofrecerles formación de calidad durante más tiempo y en términos asequibles en su etapa postgraduada. Este tendría que ser el principal reto de las Facultades de Odontología españolas, tanto públicas como privadas.
Sean ustedes quienes juzguen si realmente es así.