En la segunda mitad de los años setenta se gestó lo que sería un gran cambio en las especialidades de medicina, que dio para debatir sobre todo en los foros universitarios. Aquello eran otros tiempos y en la Universidad se debatía sin bronca sobre estas cuestiones, aunque al final, el poder sigue su ruta sin importarle lo que piensen otros, en eso si ha habido poco o ningún cambio.
La cuestión que preocupaba entonces era qué limitaciones iba a tener el médico general, les suena. Hasta hacía poco para ser especialista bastaba con inscribirse como tal en el colegio y al tiempo estipulado ya eras especialista sin que nadie te examinase.
Algo parecido también lo estuvieron pretendiendo los miembros de una sociedad científica de las primeras candidatas a la especialidad en odontología, afortunadamente no les salió bien, aunque con su actitud unilateral y lo que hoy se llama segregacionista, consiguieron crear un sentimiento contra las especialidades que en mi opinión ha sido de los más dañino para esta profesión.
Venían a los colegios a que les certificásemos que ellos se dedicaban solo a eso, y lo más que se podía hacer era certificar que ellos declaraban dedicarse solo a “eso”. Recuerdo que en una ocasión a una de estas personas le comenté que decir con tanta insistencia que solo se dedicaba a eso, sin ninguna acreditación formativa, podía entenderse como que solo sabía de eso y sin poder establecer si mucho o poco.
Las especialidades en medicina y su vía de acceso, han sido un éxito, fundamentalmente porque se ha acreditado la suficiente formación de a quien se le expedía el título, además de otros factores que no es momento de analizar.
Una de las decisiones que salieron en aquella “revolución” de las especialidades, hace más de cuarenta años, fue la creación de la especialidad de medicina de familia. Los avances en conocimientos y técnicas requerían una mayor formación y especialización en todos los campos. El entonces “médico titular” en los pueblos, hacía de médico de adultos, de partero, de pediatra, de los asuntos de salud pública y hasta de forense. He visto documentado que en alguna ocasión hasta se llegó a operar una apendicitis en un pueblo bloqueado por la nieve, impensable hoy día, tanto por los medios de rescate, que también han cambiado, como por la capacidad de quien no es cirujano. Eran competentes y grandes profesionales, pero hoy nadie apostaría por esa fórmula.
Las especialidades en medicina y su vía de acceso, han sido un éxito, fundamentalmente porque se ha acreditado la suficiente formación de a quien se le expedía el título.
La odontología en España, creada como titulación diez años después, está estancada en discusiones inútiles, paseando por los despachos. Cuando nos teníamos que plantear el odontólogo de familia seguimos hablando de si una, dos o quizá otra especialidad más.