Hemos pasado unos años oscuros en los que empresarios ajenos a la profesión, e incluso en algunos casos “compañeros”, montaban macro clínicas o, mejor, llamémoslo por su verdadero nombre: macrotiendas del diente, pensándose que iba a ser un gran negocio. Con grandes escaparates y en las mejores calles de nuestras ciudades.
Las pequeñas clínicas familiares los mirábamos con miedo y desconcierto, ¿cómo íbamos a competir con esos precios, con esas publicidades agresivas y engañosas?
Nuestra publicidad era el boca a boca ganado con años de esfuerzo a base de sembrar una buena reputación y tratar con cariño a los pacientes.
No podíamos permitirnos esos anuncios en televisión o radio, ni poner precios que no cubren nuestros costes, ni tampoco explotar a jóvenes recién licenciados, porque no es nuestro estilo y nunca lo será.
Pero al final, como en los cuentos, los buenos siempre ganan.
Somos más los dentistas que pensamos que tenemos pacientes, no clientes.
Quiero felicitar a todos los dentistas de España que nunca han hecho publicidad engañosa, que no se vendieron al marketing corrosivo y que mantuvieron la dignidad de lo que son: profesionales sanitarios.
Dentistas que se levantan cada mañana a tratar pacientes y no a ver cuánto facturan.
Estos dentistas también tienen una hipoteca o alquiler de la clínica que pagar, pero duermen con la conciencia tranquila y, afortunadamente, seguimos siendo una mayoría, pese a que los otros hacen mucho ruido y son más visibles.
Ese pequeño gran imperio de macrotiendas del diente se está desmoronando. Cada día salen en las noticias que esas clínicas cierran o son desahuciadas, dejando a miles de pacientes sin dinero y sin los tratamientos.
Los pacientes desgraciadamente ya saben la realidad de lo que ocurre en esas tiendas. Unos lo saben porque ya han sido estafados y otros, gracias a las campañas publicitarias de nuestros colegios profesionales.
«Quiero felicitar a todos los dentistas de España que nunca han hecho publicidad engañosa, que no se vendieron al marketing corrosivo y que mantuvieron la dignidad de lo que son: profesionales sanitarios»
Parecía un gigante terrible de derribar pero, al final, el trabajo en equipo está dando sus frutos.
Incluso muchos de los jóvenes odontólogos, pese a la plétora profesional, prefieren emigrar antes que trabajar con ellos.
Ya han visto cómo han dejado sin pagar a muchos otros y el riesgo ya no merece la pena por aprender (por no decir otra gran verdad: la mancha que dejan en el currículum).
Nos esperan tiempos mejores, solo nos queda esperar a que la burbuja de la especulación dental se hunda del todo. ●