Redacción ODH
La Universidad de Sevilla ha conseguido en el curso 2024-2025 lo que hasta ahora parecía reservado a las grandes capitales: liderar las notas de corte más altas del país en carreras sanitarias como Medicina, Psicología, Enfermería, Fisioterapia y Odontología. Un hito académico que, más allá de cifras y rankings, nos invita a reflexionar sobre lo que implica realmente ser una universidad de excelencia en el ámbito de las ciencias de la salud.
La Facultad de Medicina sevillana ha marcado un 13,45 sobre 14, la puntuación más alta en todo el territorio nacional. Le siguen Odontología con un 13,13, Enfermería y Fisioterapia con un 12,84 y 12,82 respectivamente, y Psicología con un sorprendente 12,74. Estos números, que para muchos estudiantes representan una barrera casi infranqueable, son también el reflejo de un fenómeno más profundo: la consolidación de un modelo académico que ha sabido combinar tradición, vocación, innovación y práctica clínica real.
Pero conviene hacerse una pregunta incómoda: ¿estamos preparados para sostener esta excelencia?
La demanda masiva de plazas, tanto en grados como en másteres, no cesa. Miles de estudiantes compiten cada año por un número limitado de vacantes, y aunque esto podría interpretarse como un éxito del sistema, también evidencia un problema estructural: el desajuste entre la oferta académica pública y la necesidad social de profesionales sanitarios bien formados.
El decano de Medicina, Luis Capitán Morales, lo explica con claridad: no hacen falta necesariamente más médicos, sino una mejor distribución, planificación y condiciones laborales para que no se fuguen al extranjero. La calidad formativa no puede mantenerse simplemente aumentando plazas sin contar con infraestructuras adecuadas ni personal docente suficiente y adecuado. La excelencia necesita recursos, no milagros.
En el caso de Psicología, el cuello de botella se traslada al máster en Psicología General Sanitaria, imprescindible para ejercer en el ámbito clínico. La universidad pública apenas puede asumir una parte mínima de la demanda, mientras proliferan los másteres privados con precios que superan los 10.000 euros. La privatización silenciosa del acceso a ciertas profesiones sanitarias es una realidad cada vez más evidente.
La privatización silenciosa del acceso a ciertas profesiones sanitarias es una realidad cada vez más evidente.
Odontología, por su parte, ha cimentado su prestigio en una apuesta decidida por la práctica clínica de sus estudiantes en todas sus titulaciones que, además del grado, incluye la oferta académica de tres másteres oficiales de iniciación a la especialización en condiciones de equidad en el acceso a los mismos, con la garantía de que solo se compite con el mérito y la capacidad del estudiantado sin que los condicionantes económicos desempeñen rol ninguno. Cada discente desarrolla un elevado volumen de prácticas con pacientes en escenarios reales y gabinetes propios, que resulta excepcional a nivel nacional. Ahí se justifica, en parte, su alta demanda estudiantil. Sin embargo, el propio decano, José Luis Gutiérrez Pérez, advierte sobre la saturación del mercado profesional con la merma de calidad asistencial que ello conlleva y el crecimiento descontrolado de facultades privadas que, lejos de priorizar la calidad académica, docente e investigadora, salvo muy contadas excepciones, se muestran más interesadas en multiplicar la expedición de títulos que en formar buenos y reconocidos profesionales. Advierte que algo similar, que no debe no puede pasar desapercibido, ya ha ocurrido en el ámbito de la enseñanza superior no universitaria que representa la Formación Profesional, muy singularmente con las profesiones sanitarias de esta área que también suponen una importante vía de acceso al Grado de Odontología en nuestro país. Insiste el decano en un dato que resulta concluyente: solo 4 de cada 10 universidades privadas tienen personal de investigación contratado mientras que en las universidades públicas esta cifra es de un 100 por 100. Ello es especialmente significativo porque “la enseñanza universitaria no puede centrarse solo en la docencia marginando la investigación, no basta con transferir el conocimiento, también hay que generarlo y ello es especialmente crítico en las titulaciones sanitarias y muy relevante en la Odontología. Nuestros estudiantes así lo reconocen al expresar sus preferencias”, subraya Gutiérrez.
Y mientras tanto, el Estado mira hacia otro lado. Ni el Ministerio de Sanidad ni muchas comunidades autónomas parecen tener una hoja de ruta clara sobre el futuro de la formación sanitaria en España. La Universidad de Sevilla ha hecho su parte, y con creces. Pero sin una inversión seria en infraestructuras, profesorado y prácticas, sin una estrategia de país que garantice la equidad en el acceso y la calidad en la formación, el modelo de excelencia corre el riesgo de fracturarse.
la excelencia no se improvisa, se construye y se protege.
Es hora de que la administración pública entienda lo que los estudiantes y los docentes ya saben: la excelencia no se improvisa, se construye y se protege.
A la Junta de Andalucía le corresponde el papel de garantizar este nivel a través de diferentes actuaciones como:
Financiación sostenible y estructural que asegure una dotación estable en el futuro.
Coordinación entre sus diferentes Consejerías implicadas.
Defensa del sistema público y vigilancia de la proliferación de facultades privadas que claramente amenazan el equilibrio entre oferta y necesidades en los estudios de grado y garantizar la igualdad de oportunidades en el acceso a los postgrados.
Visión estratégica para garantizar que Andalucía en general y Sevilla en particular sean un referente nacional e internacional en formación sanitaria.
La Universidad de Sevilla ha demostrado que se puede liderar sin renunciar a los valores de la universidad pública
En resumen: La Universidad de Sevilla ha demostrado que se puede liderar sin renunciar a los valores de la universidad pública. Pero esa excelencia no se mantiene sola: necesita una visión de futuro clara, una política educativa cohesionada y una inversión valiente. La Junta de Andalucía tiene en sus manos no solo el futuro de miles de estudiantes, sino el de la sanidad y el talento andaluz.
La Universidad de Sevilla (US) es una universidad pública con sede en Sevilla, Andalucía (España). Es una de las dos universidades públicas de Sevilla, junto con la Universidad Pablo de Olavide.
Es la tercera universidad española en número de estudiantes, tras la UNED y la Complutense de Madrid, y la primera de Andalucía, así como una de las más antiguas, con más de 500 años de historia.
En sus quinientos años de historia desde su fundación como Colegio de Santa María de Jesús a comienzos del siglo XVI, la Universidad de Sevilla ha atravesado diferentes etapas. En ellas hay momentos, como la crisis del siglo XIX o la Guerra Civil y posterior dictadura, que han destacado por la dificultad para ejercer la docencia. No obstante, son mayores los periodos positivos de la US, en los que ha logrado posicionarse como universidad de referencia en todas sus funciones y afrontar con éxito la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior.