
“Para Sabina, vivir en la verdad, no mentirse a uno mismo, ni mentir a los demás, sólo es posible en el supuesto de que vivamos sin público. En cuanto hay alguien que observe nuestra actuación, nos adaptamos, queriendo o sin querer, a los ojos que nos miran y ya nada de lo que hacemos es verdad.”
Milan Kundera, La insoportable levedad del ser
Hoy no era mi propósito hablarles de una colega dentista pero, irremediablemente, lo voy a hacer porque es ella quien me ha inspirado para escribir estas líneas en esta mi columna que tanto agradezco al editor de la revista. Y, aunque les hable de ella tengan en cuenta que, en realidad, me quiero hablar a mí misma y compartir con ustedes mi reflexión. Pronto sabrán por qué.
Llamaré a mi colega “Sabina”, para que sólo la puedan identificar quienes de verdad la conocen y no comprometerla, y haré así también justicia a la descripción que hizo Milan Kundera de una de las principales protagonistas de la novela que publicó en el año 1984 con el título de “La insoportable levedad del ser”, sin duda, uno de mis libros de referencia. Con esas palabras, he encabezado en esta ocasión mi artículo de opinión.
“Sabina” es dentista sureña, egresada en una de las principales facultades de odontología públicas de nuestro país hace poco más de 10 años. O sea, mucho más joven que yo, en la tercera década de su vida y madre de un hijo y de una hija que se le parecen como dos gotas de agua a su fuente. Inteligente y cautivadora, rebosa tanto carisma que, o eres su amiga y de esa manera te apuntas a formar parte de su corte o estás perdida entre los seguidores de su admiración y liderazgo. Inquieta intelectualmente, encuentra refugio en la cultura como una amante de las flores en su jardín, y cultiva pacientemente una singular habilidad para leer, devorando libros como una ciclista en sprint permanente, siendo habitual en los clubs de lectura de su proximidad, con los que se relaciona como si ella los hubiera fundado. Su pensamiento crítico es lógico y práctico, como el de un médico de cabecera, pero curtido en profundas horas de reflexión sobre aspectos de la filosofía teórica que ella aplica a la práctica con naturalidad sencilla, como quien edita una versión de Nietzsche para andar por casa. También resuelve sus numerosas contradicciones como si fuera discípula de Roger Garaudy, haciendo convivir su profunda religiosidad con un compromiso social que siempre la sitúa en el lado público de las cosas. Le encanta escuchar la música que puede bailar, adora la copla por la sencilla razón de que le enseñó a escucharla su abuela, y te regala playlists con canciones que llegan al corazón con la misma nitidez que si fueran poemas de amor leídos y declamados por una locutora de radio. En definitiva, es esa persona imprescindible en los círculos de amistad porque aglutina a las personas diversas, facilita las conversaciones distintas y aviva el entusiasmo de equipo en cualquier reunión, como lo haría un soplete con la llama de una chimenea en una casa de montaña. En definitiva, un lujo de persona.
Con dos másteres oficiales y varios títulos propios, es una reconocida experta en una parcela emergente de la odontología candidata a convertirse en especialidad en la primera hornada de las especialidades odontológicas en nuestro país. De hecho, sus dedos de estudiante de violín se deslizan por las cuerdas del arco con la misma facilidad que manejan la turbina y sus ojos de gata consiguen no verse velados por sus gafas lupa, sino al contrario, se agrandan con las lentes dando la impresión al observador de encontrarse frente a unas pupilas misteriosas en una de esas fotografías de belleza sublime que solo consiguen obtener los reporteros en la sabana africana. Su memoria prodigiosa, que bien le podría haber permitido superar fácilmente unas oposiciones de judicatura o de notaría, apenas la utiliza para potenciar, como si de un motor de inyección se tratase, su capacidad intelectual. Prefiere más bien darle uso para preservar los recuerdos de pequeños detalles de su vida cotidiana, porque como les ocurre a las campesinas, ella se siente mejor y más a gusto pegada a sus terruños que relumbrando en posiciones socialmente visibles, indiferente a si le toca estar en el banquillo o en la alineación, lo que debió de aprender bien en su etapa de jugadora federada de jockey sobre hierba. Y no es así porque le falte ambición, sino porque es consciente de sus posibilidades para conseguir aquello que se propone con tan sólo planteárselo como meta. Mientras, prefiere dedicarse a las pequeñas cosas y a los matices singulares.
Sin embargo, la actividad profesional principal de “Sabina” no es la odontología.
Si les he descrito a “Sabina” y lo que me inspira y seduce de ella desde que la conozco, es para poder analizar con ustedes otra realidad de la odontología española que aún permanece relativamente oculta. Como les acabo de explicar, “Sabina” se hizo dentista en una prestigiosa universidad pública española y se formó como una odontóloga extraordinariamente cualificada, pero no se dedica a esta profesión salvo a tiempo parcial y con carácter, podríamos decir, meramente instrumental y subordinado. Su verdadera vocación, su objetivo profesional prioritario y principal, es la enseñanza. No la enseñanza universitaria relacionada con la odontología, sino la enseñanza media, la de los IES (Institutos de Educación Secundaria) públicos, urbanos o rurales, justo aquella en la que, además de transferir el conocimiento, es imprescindible completar la formación integral de las personas que estudian, justo aquella en la que no basta con informar, sino que es necesario, todavía, formar. En ello está (actualmente es interina y opositora en la rama de Filosofía) y sin duda que lo conseguirá consolidar en breve por todas las razones que ya les he comentado.
¿Les parece extraño el caso de “Sabina”?, pues déjenme que les de algunos datos.
Con más de 40.000 dentistas colegiados en España en la actualidad, la ratio dentista/habitantes triplica en negativo la recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), siendo en la actualidad de 1 dentista por cada 1.171 habitantes frente a la de 1/3.500 recomendada por la OMS. Ello supone que por cada 100.000 españoles, tenemos en nuestro país 85 dentistas, frente a una media de 76 en la Unión europea. Tan sólo algo menos de 1.500 dentistas trabajan en el Sistema Sanitario Público en España y cerca del 97% de los dentistas colegiados ejercen su actividad profesional en el ámbito privado, en cualquiera de las más de 23.000 clínicas dentales registradas.
En lo que llevamos de siglo XXI, el número total de dentistas ha crecido en más de un 200 por ciento frente a un 70% de profesionales de la medicina y un 85% de profesionales de farmacia. Y, detalle no menor, la profesión odontológica se encuentra en proceso incesante de rejuvenecimiento y feminización, con una edad media de 39 años y en torno a un 60% de mujeres, con ambas cifras al alza. Se trata, por lo tanto, de una profesión de la salud mayoritariamente femenina que lo será aún más en los próximos años.
Pero fíjense con atención en el siguiente detalle: cada año se colegian en nuestro país entre 700 y 900 dentistas. Si tenemos en cuenta que egresan unos 1.750 profesionales aproximadamente, podemos concluir que apenas un 60% de los dentistas formados en nuestras facultades se dedican en España al ejercicio de la odontología. ¿Qué ocurre, entonces, con el 40% restante?. La respuesta clásica a esta pregunta es que muchos de ellos optan por el ejercicio profesional en otro país, preferentemente de la Unión Europea (UE), lo que confirma el dato del crecimiento exponencial de la solicitud de certificados de Good Standing, que es un documento oficial imprescindible para el ejercicio odontológico en países de la UE. Pero no consideren desdeñable el número de dentistas que, conseguido su grado académico en odontología, utilizan su cualificación universitaria de manera transversal para otros desempeños laborales. Es algo que no es raro en muchas otras parcelas del conocimiento y que tiene que empezar a resultarnos familiar en la odontología española. Sería demasiado simple atribuir esta opción a un desencanto con los estudios cursados o a la frustración con respecto a la profesión elegida, aunque la pléyade profesional de dentistas pueda parecer un factor precipitante por los efectos adversos que conlleva en el mercado laboral de los que me gustaría escribirles en otra ocasión. Personalmente, conozco muchos casos en los que se trata de una auténtica vocación convertida en opción vital con la ayuda curricular de los estudios de odontología. “Sabina” es un buen exponente de ello y seguramente vanguardia de esta estrategia.
Comenzaba mi artículo con una conocida frase del latín inmortalizada como el título de una película que ya es un patrimonio de la humanidad en las fechas que rodean a la Semana Santa, como ahora. Además de la elección del nombre apodado en base a la novela de Milan Kundera que ya justifiqué, “sabina” significa «mujer del pueblo sabino», que era un pueblo ganadero que habitaba las colinas cercanas a Roma en el Lacio. Según la leyenda, los antiguos romanos raptaron a las sabinas para poblar la Roma recién fundada. Evitemos la leyenda del rapto y quedémonos con el mensaje de la repoblación. Son muchos los centenares de mujeres en nuestra bendita profesión odontológica, más feminizada ya que la tradicional Enfermería, que egresan de nuestras Facultades para no dedicarse a la odontología y como hicieron las sabinas, nuestra “Sabina” de hoy, que era mía y ya también es de ustedes, ocupan otros espacios profesionales causando extrañeza y sorpresa, como si un graduado o una graduada en odontología, no pudiera utilizar su formación universitaria para ser un profesional de la OTAN, de la Unión Europea, controlador aéreo o dedicarse a la investigación básica, a la agenda 2030, o a impartir docencia en enseñanza media, por poner algunos ejemplos. No, la profesión odontológica no siempre es finalista… Así ocurre con un porcentaje no despreciable de dentistas tituladas y titulados, muy competentes y perfectamente capacitadas y capacitados que, como “Sabina”, saben a dónde van y lo que quieren, aunque a los ojos de la profesión nos resulte atípico. Afortunadamente, en este ámbito comenzamos también a ser cada día más europeos. Gracias “Sabina” por tu ejemplo, aunque todavía sea un devenir futurible.