El yo en el arte II

Juan Alió Sanz
Doctor en Medicina y cirugía
Profesor titular de ortodoncia, Universidad Complutense de Madrid
Académico de la Pierre Fouchard Academy
Artista pintor

En el anterior artículo hablamos del ARTE ESENCIAL o el ARTE QUE REPRESENTA EL SER. Como ya vimos, la representación del ser es compleja y evolutiva. En este sentido conviene recordar algunas máximas del pensamiento existencialista, entre ellas aquella que define al ser: “La existencia precede a la esencia” Este enunciado pertenece a J:P: Sartre (1905-1980) en su obra “El ser y la nada” escrita en 1943. Lo que nos viene a decir este filósofo es que la esencia del ser se forma de manera evolutiva desde que el ser humano es “arrojado al mundo”, es decir, desde su nacimiento. Esta definición del ser implica necesariamente el ejercicio de la libertad constante. Solo nos podemos definir como SERES mediante el ejercicio de la propia libertad, aunque este ejercicio provoque necesariamente angustia.

En este sentido, cuando distintos artistas se han atrevido a realizar un autorretrato, de alguna manera están queriendo reflejar esa materialización de su propio ser en el momento de realizar la obra. Siguiendo a Sartre, el autorretrato sería una expresión del ser en si (es decir, del presente) pero ofreciendo también un reflejo del proyecto del autor, es decir de la proyección de propio ser (el ser para si). Por tanto, en el autorretrato partimos de un ser que expresa la NADA (el presente, el ser en sí, es decir lo que es y no puede ser otra cosa) y ofrecernos también la imagen del SER en su proyecto de libertad, es decir, del SER en autenticidad (el ser para sí).

Por todo lo dicho, por la gran carga emocional que desprende un autorretrato, resulta ser uno de los ejercicios de análisis más profundos que puede hacer un artista. Implica escrutarse el rostro y conocerse hasta tal punto que la expresión que tenga en ese momento se traduzca en el dibujo o la pintura que aborda.

La práctica del autorretrato tiene mucho de ejercicio psicológico de representación de la personalidad, generado más allá de los rasgos físicos. Pero lo que resulta más sobrecogedor es la apertura del YO ante el espectador que realiza el propio artista. Es como mostrarse en su desnudez más íntima ante cualquier ser extraño. Es mostrar a los demás aquello que hace al artista distinto y único, al margen de lo que pueda afirmar o aparentar exteriormente. Es decir, es una manera de expresión de si mismo que solo puede estar al alcance del propio interesado.

Históricamente, no se puede hablar de autorretrato hasta el siglo XV aunque si podemos encontrarlo en lo que se viene a denominar autorretrato disfrazado que sería aquel en el cual el propio artista se expone en su obra aunque sin protagonizar la misma.

Alberto Durero. Autorretrato. 1498

Tal vez, uno de los autorretratos más antiguos sea el de Alberto Durero (1471-1528). Si analizamos la expresión del SER que nos trasmite al artista observamos que existe una clara pretensión de sobrevalorarse. El propio ropaje, la manos enguantadas y sobre todo, la expresión facial lo revela. Es una expresión de sentirse por encima del espectador. Seguramente esta actitud sea debida a la calificación de artesanos y no de artistas que tenían los pintores de la época y a la necesidad que tenia el propio pintor de sentirse plenamente artista.

Charles Le Brun.  Méthode pour apprendre à dessiner les passions (1698)

En este sentido, como no, citar a Charles Le Brun (1619-1690).

Este autor llega a codificar 21 emociones, a saber: admiración, estima, veneración, éxtasis, desprecio, horror, espanto,

amor simple, deseo, esperanza, miedo, celos, odio, tristeza, dolor corporal, alegría, risa, llanto, cólera, desesperación extrema y rabia.

Según el autor, cada emoción produce unos cambios faciales característicos en el rostro, lo que permite establecer un verdadero abecedario representativo de los sentimientos del alma humana. Todo esto lo expone en su tratado Méthode pour apprendre àdessiner les passions. de 1698. En este tratado, Le Brun expone los planos de referencia faciales y craneales, cuya medición angular nos define la expresión emocional del rostro y la asemeja a las facies de algunos animales.

Estos conceptos de expresión de emociones están anclados en los textos de Descartes (Les passions de l’âme. 1649) en los cuales afirmaba que «las emociones son intrínsecamente buenas y que todo lo que tenemos que evitar es su mal uso o su exceso». Es precisamente en este sentido donde se puede converger con el existencialismo del que hablábamos antes. Las pasiones no dejan de ser un acción o reacción humana al propio ejercicio de su libertad y por tanto, forma la esencia del ser.

Dentro de esta expresión de las emociones es muy significativo el retrato de Gustave Courbet (1819-1877)

Gustave Courbet. El desesperado. 1884

En este retrato el autor enfatiza todas las emociones que pretende transmitir mediante la luz que brilla en la parte superior izquierda y en la apertura exagerada de los ojos, así como en la contracción que tienen todos los dedos de su mano izquierda. Todos esos elementos provocan una emoción de desesperación y pánico en el espectador.

El único autorretrato que se conserva de Velázquez (1599 – 1660), aparte de su imagen incorporada en las Meninas, es el que realizó en 1640.

En esta obra observamos un personaje con mirada penetrante y porte serio y, en cierto modo, distante.

Diego Velazquez. Autorretato. 1640

El pelo, el bigote y la vestimenta que utiliza para la obra y sobre todo, la mirada, representa la imagen de un personaje importante, socialmente en una posición alta. La obra fue realizada por el autor cuando este contaba 50 años aproximadamente. La expresión labial nos provoca la sensación intima de que el artista esta disgustado con el espectador.

Como vemos, la transmisión que de su propio SER hace el autor en un determinado autorretrato es muy clara, aunque puede resultar en ocasiones involuntaria.

En el autorretrato de Tiziano (1488-1576) llama especialmente la atención que el personaje se coloca de perfil. Como queriendo resaltar una figura numismática para la posteridad. El reflejo del SER de Tiziano es un proyecto que va encaminado a su propia caducidad, a la espera de la inevitable muerte.

Tiziano. Autorretrato. 1573

Lo oscuro de la obra, el propio traje nos trasmite una imagen de finalidad cumplida. La cadena de la Orden de la Espuela de Oro y el propio pincel que sostiene en una mano nos confirman esta idea de permanencia eterna del presente, representado en el cuadro, que pretendía trasmitir el autor.

El autorretrato con sombrero de Paul Gauguin (1848-1903) nos refleja la esencia del autor con una trasmisión de la temporalidad. Gauguin no disfrutó del éxito de su obra. Su reconocimiento como impulsor del movimiento postimpresionista se realizó después de su muerte.

Paul Gauguin. Autorretrato con sombrero.1892

La posición del cuerpo girado hacia derecha simboliza el tiempo futuro, mientras que su rostro parece mirar al pasado. El autor nos trasmite la esencia pura de la temporalidad pero con matices de presente. El proyecto de futuro esta firmemente anclado en el pasado pero la mirada trasmite una impresión pura de confianza. Gauguin en esta obra nos da a entender que sabe que, tarde o temprano, su trabajo será reconocido.

Si existe una obra que esta cargada de simbolismo y que refleja toda la esencia de su autora es el autorretrato con corona de espinas realizado por Frida Khalo (1907-1954) en 1940.

Frida Khalo. Autorretrato con corona de espinas. 1940

Los elementos que reflejan y transmiten el SER más íntimo de la autora se pueden enumerar en prácticamente la totalidad del cuadro. Desde el propio fondo de vegetación, casi selvática, hasta la camisa blanca con amplio cuello. Todos los elementos que impregnan la obra son claramente descriptores de una realidad que para la propia autora era claramente negativa.

Como vemos pues, el autorretrato es una expresión íntima del SER que, en si mismo, es el presente, es el ser en si de Sartre y la Nada pero, el propio autorretrato también expresa el proyecto del autor con la clara conciencia de SER y por tanto, de expresarse en su modo más claro de ejercicio de la libertad. Es, tal vez, la forma más exagerada de expresar toda la temporalidad, el pasado, presente y futuro.