Han pasado casi siete años desde que me marche a Inglaterra pero se me hace un recuerdo muy lejano, son tantas experiencias y cambios los que he vivido aquí que siento que han sido muchos más.
En Grymsby cuando llegamos éramos siete españoles entre dentistas y farmaceúticos, hasta que al cabo de unos dos meses nos juntamos sesenta entre enfermeros, médicos, dentistas, veterinarios… Todos muy jóvenes y prácticamente salidos de la Universidad y dejando por primera vez a nuestros padres. Estábamos todos emocionados, nos habían dado la oportunidad de por fin empezar a trabajar en nuestra profesión algo que en España el destino más probable para la mayoría era vivir en el sofá esperando.
Veníamos perdidos pero queriendo conquistar Inglaterra. Todos mejoramos mucho rápidamente, teníamos ganas de aprender. Aquellos españolitos que llegaron sin entender aquel acento tan retorcido del inglés del norte acabaron siendo jefes de planta, dirigiendo equipos, allí espabilamos todos.
Los ingleses tienen un carácter muy diferente al nuestro, pero la gente del norte es dura por fuera pero muy tierna por dentro.
Éramos de los primeros españoles en llegar a Grimsby y a ellos también les pilló por sorpresa nuestra forma de ser.
En la plantilla del Hospital eran casi todos bastante mayores y la inyección de sangre española joven no iba a dejar indiferente a nadie. Quién iba a decir lo mucho que nos iban a querer a estos españoles ruidosos que organizaban fiestas en la residencia del hospital y que no dejaban parar a nadie en las guardias de la energía que tenían. Todavía recuerdo como lloraba mi manager cuando le dije que me iba a Leeds.
Pero pasaron los años, muchos regresaron a España, otros se fueron y volvieron por la desilusión de ver lo que encontraban. También están los que echaron raíces o se casaron con ingleses y se quedaron haciendo de Inglaterra su hogar.
Yo me concentré en mi carrera, vine a ponerme a prueba, siempre pensé mientras siga aprendiendo merece la pena el frío y la lluvia. Pero la vida cambia y con ella las metas cobran una nueva perspectiva.
Ahora tengo entre mis brazos a Sara que apenas tiene dos semanas de vida. Se nos complicó el parto y Sara estuvo su primera semana de vida en cuidados intensivos. Creo que han sido los días más difíciles de mi vida, tan preocupada por ella que ni me acordaba de si me dolía algo a mí.
Durante esos días que la miraba en la incubadora le prometí que si se recuperaba iba a hacer todo lo que pudiera porque creciera en España.
Cerca de sus abuelos, de la luz, del buen clima, de la comida rico que todos los que estamos fuera echamos de menos.
Ahora tengo que cumplir mi promesa. Dejo tus bosques, tus ríos, el distrito de los lagos, la playa de Donna Nook donde todos los años iba a ver como las focas cuidaban de sus cachorros recién nacidos. Dejo a muchos amigos que me llevo en el corazón. El entrar en pleno invierno en una cafetería y sentarme junto a una chimenea para tomarme un té que te calienta el alma y el cuerpo, mientras por la ventana ves las calles nevadas con decoración navideña.
Nunca olvidaré todo lo que he aprendido en lo personal y en lo profesional. De Londres voy a echar mucho de menos a todos mis compañeros del departamento de Ortodoncia y Cirugia Ortognática del Hospital Queens nunca olvidaré todo lo que he aprendido y crecido a vuestro lado. No sé si algún día tendré que volver… la vida da tantas vueltas.
Tengo la suerte de poder volver a la clínica familiar, pero también soy consciente de la plétora y el daño que han hecho las franquicias a nuestra profesión. Pero seguro que por ti Sara merecerá la pena.
Por cierto, no te llamas Sara por casualidad, llevas el nombre de aquella manager de Grimsby rubia y grandota que me cuidó y me protegió como una madre cuando llegué. Sin ella nunca habría superado los retos a los que me enfrenté al principio.
Para todos los dentistas que estén pensando en marcharse, solo les diré que esta experiencia por difícil que parezca al principio, os enriquecerá mucho más de lo que os quita, no tengáis miedo, porque si en vuestro interior está la curiosidad de ver lo que está fuera, encontrareis la manera de hacerlo funcionar.
Para los que se estén pensando en marchar por necesidad les diré que se duerme mejor aunque estés lejos de tu familia y de la gente que quieres, que estando bajo las garras de un comercial o un empresario sin escrúpulos que va la Odontología y a ti como a una vaca a la que ordeñar. Es decir, que ya sea por aprender y vivir una experiencia o porque a veces no ves otra salida, merece la pena.
Dicen que la felicidad esta fuera de la zona de confort, yo no estoy muy segura de eso, porque cada vez que sales de la zona de confort dejas a seres queridos que ya no verás tanto como antes. Lo que si tengo claro es que saliendo de la zona de confort el corazón se ensancha porque en cada lugar aprendes algo, en cada nueva experiencia encuentras nuevos amigos, y al final la zona de confort deja de existir.
Porque la zona de confort es tener a todas las personas que tu quieres en un solo lugar.
Esta carta se la dedico a todos los españoles que un día se fueron y con especial cariño a los que sueñan con volver, ojalá lo consigan algún día.