Igualada, 25 de marzo de 2020
Hace mucho tiempo que se habla de la nueva forma de guerra diferente de una lucha con armas entre naciones. El cine ha sido visionario de los futuros asuntos de la humanidad y en el caso de las pandemias también. Hay muchas películas en las que se trata de eliminar al supuesto enemigo con la guerra biológica. Se muta una bacteria o un virus y se deposita en cualquier lugar, como caldo de cultivo, y se espera a que se disemine por todas partes.
La solución es el antídoto que siempre es la clave de bóveda de la película donde los protagonistas luchan para obtener “el único” frasco que contiene la salvación, o para el héroe o para el conjunto de ciudadanos que están expuestos. La realidad también se encuentra en unas circunstancias difíciles: hay una bacteria resistente a cualquier tipo de antibiótico.
Ha llegado otra pandemia, precedida por el VIH, el Ébola o la Gripe A, esta vez la hemos dado el nombre de Covid-19. Era de esperar que esta mutación, provocada o no, fuese más intensa que los anteriores virus gripales. Por contacto, por las gotas de Flügge que se desprenden de las fosas nasales y la boca, y por el hecho de la gran movilidad de las personas que transitan de un continente al otro, hacen que la diseminación sea muy rápida.
Este fenómeno ha cogido desprevenidos
a los diferentes gobiernos que no se
han dedicado a planificar la situación
sanitaria de cada país para, de una forma
preventiva, estar preparados por si un día
pudiese pasar cualquier cosa similar
Este fenómeno ha cogido desprevenidos a los diferentes gobiernos que no se han dedicado a planificar la situación sanitaria de cada país para, de una forma preventiva, estar preparados por si un día pudiese pasar cualquier cosa similar. Están inmersos en los problemas económicos que nos ahogan y les ahogan. Sólo se piensa en recaudar para gastar y llenarse los bolsillos. Los gobernantes, de derechas y de izquierdas, a menudo se vanaglorian de tener el mejor sistema sanitario del mundo, con las mejores coberturas, cuando lo cierto es que hay listas de espera en todos lados, hay falta de material en general, el personal está mal pagado y, por supuesto, no se está preparado, de ninguna manera, para un problema de estas características.
¿Cómo es que se han de confeccionar máscaras artificialmente?, ¿cómo es que no hay guantes protectores?, ¿cómo es que no hay suficientes aparatos de ayuda respiratoria?, ¿cómo es que no hay test de detección del virus?, ¿cómo es que hay insuficientes camas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI)?
Todo esto debería constar en los protocolos de Prevención en Salud y estar soportado económicamente por el gobierno central que es quien tiene el dinero que, entre todos, aportamos con el esfuerzo de nuestro trabajo, para la salud de la población.
Es bien cierto que el personal sanitario se ha modelado en un concepto de ética y de humanismo hacia las personas enfermas, que tienen una actuación moral en el cuidado, pero ya hemos visto publicado en la prensa el caso de una enfermera de un centro hospitalario importante que manifiesta estar angustiada al pensar que lo más probable es que tengan que hacer selección de pacientes y, seguramente, los más enfermos y con mal pronóstico no se les pueda ofrecer un aparato de ayuda respiratoria. Y ¿qué debe hacer el personal sanitario en estos casos? Así pues, se nos plantea un gran dilema moral sobre quien puede seguir viviendo y quien no. Ciertamente no se hará de cualquier forma y se tomarán todas las fórmulas de protección moral de los sanitarios, pero indiscutiblemente no se podrá dar atención a todos, simplemente por falta de medios. Como pasa frecuentemente, la iniciativa popular es quien sirve de ayuda, el pueblo es quien busca soluciones y replica con técnica 3D unos aparatos respiratorios, precarios pero suficientes per abastecer la gran demanda.
En estos últimos años, hemos asistido a un estallido de la Inteligencia Artificial, creyendo que los medios técnicos podrían superar a las personas y un simple virus pero poderoso, ha hecho tambalear la humanidad. La población, temerosa, permanece en casa, como si estuviésemos en tiempo de guerra, y escucha tantas proclamas que el temor, en muchos casos, se transforma en miedo y angustia. Miedo a la incertidumbre, miedo a la soledad y miedo a la muerte.
Y es que quienes deberían hablar son los profesionales de la salud preventiva y no los políticos. Proclamas como las del presidente del gobierno del estado sólo alertan de que vendrán días muy difíciles y que lo peor está por venir, y seguramente tiene razón, pero ¿por qué no se dejaron a parte las diferencias políticas y, desde el primer momento, plantear una actuación firme y de consenso, ordenando la compra de los tests y la fabricación de todos los elementos de protección? Esta falta de previsión ha comportado consecuentemente, y al estilo de este pueblo peninsular, a situar en la calle a las fuerzas armadas, que parece que lo solucionarán todo.
También se ha publicado sobre el riesgo del discurso bélico y patriótico en una emergencia sanitaria y se da el dato que la palabra “guerra” se utilizó 26 veces el miércoles 18 de marzo en el pleno del “Congreso de los Diputados”. Parece que se quiera infundir el miedo a la población y que confíe que el ejército y la unidad serán los factores determinantes en la solución.
No hemos de tener dudas de la confi nación, porque hemos de hacer caso a los expertos epidemiólogos, que nos dicen que es la mejor solución para no difundir el virus. También deberíamos tener una perspectiva psicológica de la situación de las persones que se ven sobrepasadas por la pandemia. Los medios tratan este monotema del coronavirus continuamente, ya sea en la televisión, la radio o los periódicos y, aun cumpliendo con su obligación, los periodistas deberían buscar una fórmula alternativa para no generar más angustia a las personas.
Se deberían aplicar métodos psicológicos a los medios de forma que, informando igualmente sobre la pandemia, lo que representa y lo que se debe hacer, al mismo tiempo buscasen una forma cómoda de que las personas estuviesen más relajadas, eso sí, cumpliendo su deber. Ayer, el presidente del Colegio de Médicos de Barcelona pedía a TV3 que intercalasen entre tanta información películas y programas optimistas.
Vuelve la invocación a la divinidad y se hacen misas con muy pocos feligreses, aumentará la devoción y la fe y, probablemente, volverán las procesiones votivas, como se hizo en epidemias anteriores. También aparecen medicamentos alternativos para paliar el efecto del virus. Y no es que se desconfíe del personal sanitario, es que como decía Eugenio, ¿hay alguien más?
Otro aspecto que el gobierno deberá resolver es el cómo se ayudará al descalabro de la economía. Con empresas cerradas, los ERTES comportarán un deterioro de la economía del país. Ayer el presidente del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Catalunya envió a todos los profesionales dentistas la documentación para hacer esta petición, porque se prevé un importante descenso de la economía de las Clínicas Dentales, que no podrán soportar el pago de sus empleados/as.
Los Odontólogos, cuanto menos, han hecho su aportación anunciando las Clínicas que están abiertas para atender sólo urgencias o difunden, entre los compañeros, ingenios para la aspiración del líquido pulverizado que entra y sale de la boca del paciente cuando es tratado en una silla dental.
Los Odontólogos, cuanto menos, han hecho
su aportación anunciando las Clínicas que
están abiertas para atender sólo urgencias
o difunden, entre los compañeros, ingenios
para la aspiración del líquido pulverizado que
entra y sale de la boca
La docencia se encuentra también en un momento de incertidumbre, llena de dudas, de cómo se deberá resolver la parte práctica de ciertos estudios profesionalizantes como la Odontología. Las universidades han optado por utilizar los medios técnicos como el Skype industrial, el Zoom o el Campus Virtual. Así los alumnos podrán tener la información teórica necesaria. Entretanto, el día 23 de marzo se reunió la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), principal interlocutor con el Gobierno Central, y las Conferencias de Decanos y Decanas de titulaciones con prácticas externas de larga duración, llegando a las siguientes conclusiones:
a) Debe rechazarse en el momento actual la posibilidad de adelantos o prolongaciones selectivas de finalización de calendarios académicos,. b) La prioridad máxima se centrará en el estudiantado del último curso. En los cursos restantes, será necesario readaptar los planes docentes en el curso próximo, c) Si fuera necesario en algún caso retrasar alguna actividad docente de forma significativa, se modificarán los plazos correspondientes a actas y matriculaciones, con el fin de evitar cualquier perjuicio a los estudiantes, d) Como criterio general, se establecerá como porcentaje mínimo para considerar un nivel suficiente de formación que se hayan cursado el 50% de los créditos contemplados en los diversos practicum, rotatorios o asimilados.
Finalmente, quiero dar un toque de atención al problema de la relación social que se instaurará cuando finalice la pandemia. Desde su inicio las personas se apartan del contacto social, cambian de acera, miran hacia el suelo para no saludar, ya no se da la mano ni se dan abrazos y las relaciones personales en confinamiento son extrañas por poco frecuentes. Estas condiciones de desconfianza y de fría relación perdurarán, al menos, en la mayoría de las personas. Los médicos y los psicólogos deberán buscar fórmulas óptimas para resolver esta situación y confiemos en nuestro carácter mediterráneo.