Javier Sanz.
En el último año del siglo XIX se editó en Ciudadela de Menorca un libro escrito por Miguel Vivó Bonet, quien en la portada se nombra “Cirujano Dentista de la Facultad de Medicina de La Habana”. Este libro ha pasado desapercibido a los historiadores de la odontología, así como la figura del propio autor, sin embargo, el rastreo de algunas publicaciones locales nos permite una ubicación temporal y residencial de Vivó.
Por su esquela mortuoria –véase más adelante-, impresa a la edad de 78, sabemos que había nacido en 1855, y por un suelto, asimismo de prensa local, que regresaba a su patria en 1903 a edad bien madura, 48 años, seguramente a consecuencia de la independencia de Cuba que como república había nacido el 20 de mayo de 1902 con la toma de posesión de su primer presidente, Tomás Estrada Palma. Parece seguro que Vivó Bonet retornara con una consolidada experiencia profesional.
El título de “Cirujano-Dentista” lo había logrado allá en la Facultad de Medicina de la capital cubana. Existía dicho título en España desde que fuera creado por Real Decreto de 4 de junio de 1875, pero, como dice Álvarez Valls, El 24 de febrero de ese mismo año 1880 es cuando se pone en vigor el decreto dictado en la Metrópoli el 4 de junio de 1875 (pasaron 5 años para que llegara la ley desde España a Cuba)… Al igual que en España, los nuevos títulos de “Cirujano Dentista” se obtendrían en la Facultad de Medicina oficial, lo cual no era óbice para que se abrieran colegios o academias particulares para seguir los estudios odontológicos que no proporcionaba el Estado, tal fue el caso habanero de la “Academia de Cirujía Dental”, popularmente “Academia Villarraza”, que comenzó a funcionar en 1879, el mismo año, a 12 de enero, en que el Capitán General de la isla concedió el permiso a los doctores Francisco J. Cancio y Francisco Piar para abrir la “Academia de Cirugía Dental”, a su vez conocida como “Academia de Cancio”; después se abrirían otras como el “Real Colegio de Cirugía Dental de La Habana”, la academia titulada “El Progreso” o el “Colegio Dental de La Habana” del, nacido, español (Pancorbo, Burgos, 1854) Ignacio Rojas Quintana.
La “Academia de Cirugía Dental” venía funcionando desde algunos meses anteriores a la orden y llegó a contar con una publicación del ramo, “Revista Dental” que fue dirigida por Florencio J. Cancio, participando también en la docencia dentistas tan destacados como Federico Poey. En ella se formaría Miguel Vivó Bonet, toda vez que a Cancio, “Fundador y director propietario del Colegio Dental de Cirujanos Dentistas de La Habana” -así consta textualmente- dedica su obra este autor: “de cuyos beneficios ha disfrutado el que hoy tiene el honor de ofrecerle este humilde trabajo, como testimonio de afecto y agradecimiento”.
Retornó a su país en 1903, procedente de La Habana tras larga estancia y desde allí asistió en calidad de “congresista”, por ejemplo, al III Congreso Dental Español, celebrado en la vecina capital de la ínsula de Mallorca durante los días 28 de julio a 1 de agosto de 1905. Sin embargo, no volvemos a encontrarle en congresos posteriores, si bien se celebraron en la península.
Una noticia del periódico mahonés “El Grano de Arena” de 8 de agosto de dicho año de 1903 nos confirma todo lo anterior, incluida su larga residencia en La Habana, asegurando la patria chica de Vivó y Bonet, cuando llega a la isla de Menorca ese año:
En el vapor-correo del jueves llegó a Ciudadela el hijo de aquella ciudad, D. Miguel Vivó Bonet, cirujano dentista de la Facultad de Medicina de La Habana, en donde tenía su residencia desde hace muchos años. El Sr. Vivó es autor de un interesante libro, impreso en Ciudadela el año 1900, en la imprenta de D. Salvador Fábregues, intitulado “Afecciones de la boca y los dientes, su etiología y tratamiento”.
Dicha obrita consta de 380 páginas, y es de suma utilidad.
Dos años después, una profesión de votos en la iglesia de Nª. Sª. del Carmen, en Mahón, de la religiosa carmelita “Hermana Teresa de Santa Leocadia”, nos dice del apadrinamiento de Vivó Bonet y de su esposa, Dª. Gertrudis Méndez. No pocas fueron sus participaciones de esta índole en lo sucesivo, en general religiosas, de lo que da cuenta la prensa menorquina en algunos números posteriores. Incluso tras su fallecimiento se celebraría una misa por el alma de este “celador que fué del Apostolado”.
El 6 de mayo de 1910 aparece en prensa local de Mahón da la noticia siguiente: Muy en breve el Cirujano dentista D. Miguel Vivó y Bonet abrirá su gabinete, que actualmente está decorando é instalando al efecto. Tan largo periodo desde que llegara de Cuba pudiera obedecer al buen capital que traería del otro lado del océano, aunque también esta noticia pudiera hablar, más improbable parece, de un nuevo gabinete mientras el septenio anterior hubiera trabajado en otra clínica.
Y en este su gabinete debió trabajar hasta la fecha de su fallecimiento, acaecido en Ciudadela el 8 de enero de 1931, “a la edad de 76 años” en la que se le cita como “Odontólogo”. Le sobreviviría su esposa. Nada sabemos a ciencia cierta de estas dos últimas décadas de su postrera vida.
El libro “Afecciones de la boca y de los dientes. Su etiología y tratamiento”.
En Ciudadela, imprenta y librería de S. Fábregas, se tiró en 1900 este libro de casi cuatrocientas páginas y carácter práctico, antes que nada, ordenado por padecimientos que ocurren en el territorio bucal, con su muy detallado remedio farmacológico para cada uno de ellos al final del capítulo y rematado con sus siglas “M.V.” En él, grosso modo, se van exponiendo, no con gran orden, las afecciones de la mucosa y las de los dientes en lo que podemos llamar dos grandes apartados y son los siguientes:
El primer gran apartado corresponde a las enfermedades gingivales (anemia gingival, atonía, gingivitis –hasta en nueve variedades-), estomatitis –de siete formas-, quemaduras de la mucosa, escorbuto, épulis, gangrena de la boca o noma, neuralgia facial y fetidez de aliento.
El segundo, se ocupa de las enfermedades de los dientes y así comienza con las anomalías de la arcada dentaria, clasificación de los dientes, anomalías de los dientes, atrofia dentaria, hipertrofia o tumores de los dientes, sarro o tártaro, infiltración mucosa en el esmalte de los dientes, erosión dentaria, denudación dentaria, abrasión dentaria, caries dentaria, caries de primer periodo, caries de segundo periodo, caries de tercer periodo, caries de cuarto periodo, pulpitis, osificación de la pulpa dentaria, vegetaciones fungosas, necrosis dentaria, fracturas dentarias, periodontitis, absceso alveolar, fístula alveolar, accidentes sucesivos a la extracción, dolor sucesivo a la extracción, hemorragias, síncope, epilepsia, dislaceración gingival, luxación de los dientes, fractura de los dientes, fracturas alveolares, inflamación de la mucosa del seno maxilar, absceso del seno maxilar, fístula del seno maxilar, caries de los maxilares, necrosis de los maxilares, necrosis fosfórica de los maxilares, odontalgia, luxación de la mandíbula inferior, fractura del maxilar inferior, constricción de las mandíbulas, higiene de la boca, dientes de leche, caducos o temporales, dientes permanentes, elixires dentífricos, polvos dentífricos, jabones dentífricos, opiatas dentífricas.
Cierra el libro un índice con cada uno de estos apartados para rápida localización de los mismos.
Como se ve, no obedece la composición del libro a una ordenada estructuración siquiera mínima, en la cual anteceda la descripción y función de los dientes a la patología de los mismos sino al revés. Estamos, pues, ante una exposición de temas odontológicos de índole práctica en su mayoría que sigue un sencillo esquema: descripción de la enfermedad, etiología y tratamiento.
Debe hablarse, pues, de un libro destinado a prácticos dentales antes que a estudiantes, y aquellos no son sino los que el autor cree que van a ser receptores de padecimientos como los que él ha tenido en su consulta, de ahí que tantas veces aporte su experiencia concreta. Este esquema mencionado dota al libro de un sentido muy práctico, insistimos, pues primero describe la enfermedad, para asegurarse el lector ante qué cuadro se encuentra, y después pasa a exponer la etiología pues sólo conociendo ésta, o al menos principalmente, podrá instaurarse el tratamiento adecuado. No es por ello que deje fuera aspectos de prevención de varias enfermedades, incluso llega a lamentarse cómo en algunos países -España entre los cuales- esté tan abandonada la tan rentable higiene bucodental: Es de lamentar que en España, Francia y otros países civilizados no se observe tan plausible higiene con el mismo vigor, y no se presenciaría con tanta frecuencia el triste caso de caballeros educados y bien portados que exhiben, sin embargo, sus dientes negros y sarrosos, manifestando mayor preocupación por la desatención de los padres a los hijos en este asunto con el pretexto de que los dientes temporales se han de perder. En definitiva, dirá, La higiene de la boca se impone desde el nacimiento hasta la muerte, no obstante, sentenciará más adelante, La boca es la puerta principal por donde entran la vida y la muerte.
Vivó Bonet en cuanto que cirujano-dentista delimita cuáles son sus competencias y cuáles las del médico en determinados padecimientos, en este último caso en situaciones que aunque se manifiestan en la boca son de “carácter general” como en la epilepsia, que se puede manifestar en el gabinete, aunque en algunos casos, vg. la “atonía gingival, hace recomendaciones generales como una alimentación nutritiva, los tónicos y los paseos al aire libre. Asimismo expone en algún caso su propia experiencia, derivada de la observación de ciertos pacientes como los tres casos de abrasión dentaria por él tratados.
¿Quiénes fueron los referentes de Vivó y Bonet en este tratado? Incrustados oportunamente en el texto van quedando los nombres que avalan las propuestas del autor, si bien no se informa de cada uno de los libros en que Vivó halló la referencia que da soporte a su obra, es decir, no consta en esta obra bibliografía alguna. No menos de cincuenta son los autores, desde Hipócrates en lo más remoto, de preferencia franceses, ingleses y norteamericanos, en realidad los más pujantes de este tiempo. Viau, Magitot, Galippe, Harris, Miller, Younger, Riggs, Thomas o Witzel a buen seguro formaban parte de las bibliotecas académicas o particulares de la isla que se nutrían de cuantas novedades iban llegando especialmente por la proximidad estadounidense, pues no conviene olvidar lo que dejara escrito el erudito Martínez Sánchez en 1887 en su “Arte del Dentista”: En la Isla de Cuba y sobre todo en su capital (Habana) está hoy la profesión tan adelantada, que después de los Estados Unidos no hay país en el mundo, en que la generalidad de los dentistas sean profesores tan instruidos, tan inteligentes operadores y tan hábiles mecánicos.Tan privilegiada posición se debía a que los dentistas visitaban a cada instante los centros de enseñanza norteamericanos siguiendo después sus métodos y sus obras, de ahí que no se encontrara diferencia alguna entre el trabajo de un dentista hábil de la Habana y otro de los Estados Unidos.