Guerra

Alejandra Llorente

Mi abuela aún a sus 97 años me sigue contando cómo escapó de los rojos cuando entraron en Brunete. Era muy pequeña, pero le habían repetido muchas veces que si llegaban los rojos cogiera ese cuadro del salón del Sagrado Corazón que en su interior guardaba algo de dinero y saliera corriendo para el pueblo vecino que era Navalcarnero y cuando llegó el momento así lo hizo. 

A su abuelo, aunque era de corazón humilde y agricultor de sus tierras lo fusilaron por terrateniente. Era un hombre que según cuentan con un plato de cocido era feliz. 

Estas historias se repitieron en toda España de un bando y del otro, de los horrores de la guerra no escapo nadie. 

Siempre me dice la frase de “hija nosotros pasamos una guerra” y eso me sonaba tan lejano, que volvieran las guerras a Europa.

Desde que empezamos la pandemia del covid la barrera de lo que era posible y lo que no se me empezó a difuminar.  

Con un planeta confinado por el covid, la economía mundial parada, Madrid con Filomena que parecía que estábamos en Alaska, el volcán que con sus lenguas de lava se comió pueblos enteros en la Isla de La Palma, y ya para finalizar empieza la invasión a Ucrania…

No es por deprimir a nadie, pero así es como estamos.

En este artículo tenía que contaros los escándalos de corrupción que han rodeado la pandemia. 

Gente sin escrúpulos se aprovechó vendiendo mascarillas de pésima calidad, sacando tajada, pero también quería recordar como hubo otra buena que ya no se las menciona como a los dentistas de toda España que donaron material a los ambulatorios y hospitales para ayudar. 

En muchos casos organizados por los propios Colegios Profesionales y otras veces de manera individual llevándolo en persona al ambulatorio más cercano.

Atendiendo las urgencias de nuestros pacientes con muchísimo miedo, pero sin que nos temblara el pulso.

No sabíamos si nos contagiaríamos, pero no dimos la espalda. 

Ahora gracias a la vacunación la situación es otra, las vidas que corren peligro están en otro país, pero a diferencia del covid no distingue a los niños de los adultos… el virus del odio no se deja a nadie.

Siempre están los dos lados de la moneda.

Como profesionales de la salud sé que al igual que en la pandemia destacará la solidaridad con el pueblo ucraniano, cada uno a su manera sabe lo que puede hacer. 

También hay que reconocer la labor de muchos depósitos dentales que buscaron el material que necesitábamos para nuestras consultas una vez pasados los primeros momentos, hay que reconocerles que no lo tomaron como una oportunidad de enriquecimiento sino de servicio a sus clientes, no todo han sido pelotazos.