AUTOR:
Javier Sanz
Serrulla. Académico de número
de la Real Academia Nacional de
Medicina
Dentro del género literario odontológico español llenan su lugar con entidad propia los textos que llamamos “de divulgación” y que ocuparon dignamente su sitio en la Odontología española durante una época1.
Generalmente, antes que de verdaderos tratados odontológicos se trata de escritos breves que perseguían dos fi nes principales: la educación en materia de salud buco-dental del lector y la autopropaganda del autor, proclamando sus habilidades en el consultorio dental a base de la narración de aquellos casos complejos en los que intervino con singular éxito.
Siendo propios estos opúsculos de un tiempo, la segunda mitad del siglo XIX, la tradición española se remonta incluso a la centuria precedente, con la edición del Tratado dontálgico2 del francés Pierre Abadie en 1764, cuando ejercía en la corte. Casi un siglo después, se produjo una abundante edición de folletos de un parecido estilo: Carmelo Villalonga editó Breves explicaciones de Odontotecnia (Palma de Mallorca, 1857); José Benete, Observaciones sobre las enfermedades de la boca y medio de evitar la destruccion de la dentadura (Madrid, 1860); Joseph Bau Martínez dio a la imprenta un folleto titulado Tractat d’Higiene Bucal (Barcelona, 1879); Antonio García Llorente, una Guía del Dentista y
avisos importantes á los enfermos de la boca (Coruña, 1862) y Ricardo Morales Varona, Consejo á los padres de familia sobre la dentadura (Madrid, 1883).
Mucho más numerosa fue la producción del viajero por todo el mundo y asentado en varias ciudades españolas, principalmente Madrid y Barcelona, Carlos Koth3, con los títulos siguientes: Breve manual del Dentista (La Habana, 1842), Desarrollo y conservación de la dentadura (La Habana, 1843), Consideraciones generales sobre las enfermedades de la boca (Madrid, 1851), Verdaderos consejos y observaciones del Dentista en la mano (Barcelona, 1854), Réhabilitation de la chirurgie dentaire (Paris, 1859), El Dentista conservador ó la joya de las familias (Barcelona, 1862), O verdadeiro dentista ou Observaçoes superficiaes sobre as enfermidades e conservação da dentadura e breve reflexão acerca da profissão de dentista (Lisboa, 1868) y El Consultor del Dentista y de los que padecen de la boca (Madrid, 1871).
Simón Colinas Cepeda.
No son abundantes las noticias concretas que se tienen del autor de este librito. En la portada del mismo se titula “Cirujano-Dentista”, lo cual le supone poseedor de dicho título, por el que se rigió la profesión a partir de su instauración el 4 de junio de 1875, publicándose el programa de exámenes en la Real Orden de 3 de marzo siguiente. El examen preceptivo, que a falta de un centro docente reglamentario “de carácter estatal” donde aprender la carrera se compondría de una parte teórica sobre los temas comprendidos en dicho temario y otra práctica con dos apartados: operaciones dentarias y construcción de una prótesis dental. Superados los tres requisitos, ante un Tribunal formado por lo general por tres catedráticos de la Facultad de Medicina de la Universidad Central –donde tenía lugar la prueba, además de en el Colegio de Cirugía de San Carlos- y dos dentistas habilitados, se le expediría al aspirante su flamante título que le abría las puertas al ejercicio legal de la profesión. Así fue hasta el año de 1901 en que se creara el título de “Odontólogo” que vino a suplir al anterior.
Así pues, sensu estricto, Simón Colinas Cepeda debió trabajar conforme al título que le fuera concedido y si bien es cierto que con semejante título se anunciaron no sólo en estos años sino también antes y después gentes sin acreditación legal alguna, esto es, sin título académico reglamentario, arriesgando su suerte tanto en la capital como en provincias, Colinas Cepeda hace crítica de ellas con contundencia: El dentista que en calles y plazas pregona la mercancía, es la fi loxera de nuestra profesión; con su cátedra de desvergüenza al aire libre, maltrata la oratoria, aporrea el sentido común, explota al prójimo y hace del noble ejercicio dental arte de prestidigitación y escamoteo, concluyendo por escamar al público, quien, al ver los fracasos del dentista ambulante, corta con el mismo patrón a quienes ejercemos la carrera con decoro y dignidad dentro de nuestro gabinete consultorio.
Y concluye así: Afortunadamente, las personas ilustradas saben distinguir y apreciar los resultados de esos charlatanes de carretela, de esos saltimbanquis acompañados de orquesta con honores de murga, cuya feliz idea obedece sin duda á la necesidad de mitigar ú ofuscar los ayes de la víctima que se presta públicamente a la extracción de la muela o diente.4
En la portada de este opúsculo inédito, el autor da pistas imprecisas de su persona que le publicitan como dentista ilustre. Así, dice ser “Miembro de varias Corporaciones científicas de España y del extranjero; premiado en Academias y Exposiciones nacionales y extranjeras; con diplomas de honor y medallas de oro y de honor con insignia, por sus productos para la curación y conservación de los órganos bucales y garganta, etc., etc.” En
lo más inferior de la contraortada dice también confeccionar “dientes y dentaduras de fácil adquisición”. Tenemos noticia de un solo destino profesional, en la ciudad de Barcelona, donde en su “consultorio de clínica dental”, años de 1889, 1893 y 1894, recibió a los tres pacientes cuyos casos constituyen el grueso de su obrita. Nada sabemos de la ubicación
de su clínica ni cuándo inició ni concluyó su trayectoria,diciendo en 1895 de nuevo de forma imprecisa: A pesar de que me hallo al frente hace algunos años de una clínica dental5…, que bien pudiera coincidir con la Rambla de las Flores, nº 32, donde se despachaban sus dentífricos al por mayor.
Los Dentífricos Colinas Cepeda.
Una de las principales actividades de Simón Colina fue la fabricación de los dentífricos que anuncia en las guardas de este folleto con su nombre. En la posterior los publicita como Sin rival para la curación y conservación de la boca según dictamen de Academias y Exposiciones nacionales y extranjeras, si bien no especifica cuáles son éstas. Proclamando la Higiene como el mejor medio para evitar la mayoría de las enfermedades bucales,
aconseja el uso de sus productos, “dos ó tres veces por semana” pues destruyen los “gérmenes parasitarios del aparato bucal”.
Se presentaban en dos modalidades: caja y frasco, se entiende que de polvos y de elixir, respectivamente, de tal manera que del elixir bastaba poner unas gotas en medio vaso de agua para usarlo como dentífrico y aún serviría como calmante mojando una hilita en el mismo. De otro lado, para enfermedades de la boca y garganta, fabricaba el “Sanilok”, especialmente efi caz para “gingivitis, estomatitis, hipertrofi a, fungosidades de las encías y fauces, etc6”. Se administraba mediante gargarismos, tras disolver una cucharadita del
producto en un vaso de agua, en el caso de utilizar los polvos, manteniendo el producto en la boca cuatro o cinco minutos, y según la intensidad de la afección, debería repetirse entre dos y cuatro veces al día este proceso. Curiosamente estos dentífricos se anunciaron a fi nales de 1893 y principios del siguiente en el diario provincial “El Liberal de Tenerife”, sirviéndose en la propia imprenta.
El opúsculo “Breves consideraciones Higio-patológicas…”
En la barcelonesa Imprenta Gutenberg, calle del Notariado, nº 2, editó Colinas Cepeda en 1895 su librito de 31 páginas y escasas medidas de 9 x 12 cms. Se abre este escrito con un preámbulo dedicado “A mis favorecedores” destacando la importancia de mantener sano el órgano bucal pues de lo contrario se producen complicaciones generales. En caso de que los dientes llegasen a cariarse convendríaoptar por su conservación antes que ejecutar la extracción, remedio dominador en su época.
Apenas dedica cuatro páginas a la “Higiene de la boca”, bajo este epígrafe, con generalidades al uso como la formación de sarro y la subsiguiente pérdida de la firmeza dentaria, pudiéndose evitar la formación de esta costra mediante el uso de los polvos dentífricos de su autoría, los cuales, además de mantener el órgano sano, especialmente con la eliminación del leptotrix bucalis, y con éste el logro de la correcta masticación para favorecer la adecuada digestión, dotarían a la dentadura de una especial belleza.
Los tres casos clínicos, ilustrados los dos primeros con sendos grabados de un antes y un después del tratamiento, que constituyen el grueso de la obrita son los siguientes:
1. Un caso de hipertrofia de las encías. Se trataba de una señora de 42 años con hipertrofia gingival generalizada que fue tratada con la eliminación del sarro, la apertura de unas vías
para eliminar los focos infecciosos, que después cerrarían por medio de inyecciones fenicadas y la aplicación de tratamientos tópicos, entre ellos colutorios con su Sanilok, solución de clorato potásico por vía oral. Obtuvo el alta a los 30 dÍas.
2. Inflamación purulenta del seno maxilar. Fue el caso de un paciente de 53 años, con molestias tras la exodoncia del segundo molar superior derecho por manos de un charlatán, lo cual le debió producir una sinusitis maxilar, seguramente por fractura del suelo del mismo. Extraídas las esquirlas y limpia la zona mediante lavados, enjuagues con su producto Sanilok y de nuevo clorato de potasa por vía oral, más los cuidados higiénicos subsiguientes, consiguió la curación tras dos meses de tratamiento.
3. Fractura del supra-maxilar derecho con pérdida de substancia è incisivo lateral del propio lado. A consecuencia de una coz, el paciente, de 16 años, con politraumatismo facial, fue tratado por Colinas mediante limpieza de la zona y eliminación de las esquirlas, confeccionando un aparato para la estabilización de la fractura reducida. El uso de su “Sanilok” favoreció asimismo el proceso. Fue dado de alta, tras múltiples visitas, tres meses después de sufrir el accidente.
Merece nuestra atención este inédito opúsculo antes desde el punto de vista historiográfico que científico. Desconocido en la actualidad y descubierto casualmente en una almoneda, forma parte de la nómina de escritos divulgativos que tanto proliferaron en la segunda mitad del siglo XIX con propósito más instructivo, también autopropagandístico, que científico y corrobora la línea común de todos ellos.