Llegando estas fechas en que terminamos un año más, uno suele dar un vistazo al tiempo pasado y comprobar cómo ha cambiado todo año tras año.
Lamentablemente hay circunstancias en la profesión odontológica que siguen siendo las mismas desde hace más de treinta años, inamovibles cual muro de granito.
Las especialidades siguen en el limbo de la burocracia más incompetente capaz de imaginar.
Escuchaba la radio esta mañana y volvía a oír uno de esos anuncios que emite el Consejo General, pagados por los dentistas, en los que recuerdan la conveniencia de acudir regularmente al dentista, como si el ciudadano no fuese al dentista porque no se acuerda o no se le ocurre y es posible que al final termine por considerar a los dentistas unos menesterosos. Una vez vale, pero así desde principios de este siglo del que ya hemos agotado más del veinte por ciento y sin resultados es como para pensar en otra cosa.
Hay circunstancias en la profesión
odontológica que siguen siendo las
mismas desde hace más de treinta años,
inamovibles cual muro de granito
Por qué no dedican esos espacios radiofónicos, pagados, a recordar las necesidades al político responsable, sí, digo bien, al político y si hace falta con nombre y apellidos para que no se pasen la pelota en el baile de las competencias. Recordémosles las necesidades de la población, las carencias que nuestro sistema sanitario tiene en materia de salud bucal, que a modo de ejemplo seguimos sin dotar a los hospitales de servicios de odontología y el ahorro que supondría cuidar simplemente la higiene bucal de los ingresados, que ayudaría a prevenir infecciones hospitalarias. Estas actuaciones se deberían hacer aportando los datos y eligiendo a los comunicadores, no puede ser que siempre que se comunique algo la nota de prensa empiece diciendo según indica “el de siempre” …, y así hasta para contar lo que almorzó su primo el martes pasado, y sin decir quién es el primo.
Como cada año terminará la profesión repartiendo premios, que luce mucho y también pagan los dentistas que como cada vez son más y es entre todos, pues casi no se nota, la única ventaja que se me ocurre de tener una plétora.
Con todo respeto a los premiados, que ya hubo un preeminente hombre que dijo algo así como que las condecoraciones siempre se aceptan y luego no se exhiben. El valor de una condecoración viene dado por la institución que la otorga y por el jurado que designa al meritorio. La institución está fuera de toda duda, pero el jurado, bueno esto da para mucho. Recuerdo una ocasión en que un miembro del jurado de estos premios de fin de año propuso a un candidato y al momento de darse a conocer la lista de postulados y comprobar que también estaba él, se dedicó no solo a pedir para si mismo el voto, sino que hasta se votó el mismo. La vergüenza es una condición escasa en algunos lugares.