Solidaridad desde Bielorrusia a Huelva
Texto: Cristian López, estudiante de periodismo (Universidad de Sevilla).
La sonrisa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano. Fuerza vital. Ese gesto que permite respirar al alma y es capaz de iluminar incluso los lugares más oscuros. Una verdadera luz en tierras en las que la miseria, la insalubridad y la pobreza perviven y acompañan de la mano a personas que, sin oportunidades algunas, abrazan sin resignación tales condiciones con el simple deseo de que ello les permita sobrevivir. Por ello, crear sonrisas por el mundo se hace tan fundamental para la Fundación Odontología Social Luis Seíquer (FOS) desde su origen, quienes siguen dibujándolas en un ratio de lugares y colectivos cada vez más amplio.
Precisamente, la entidad trazó este pasado mes de julio una nueva línea de unión en la hoja de ruta solidaria que atesoran. Con motivo de la llegada a Huelva de 26 menores procedentes de Bielorrusia, el país que mayor cantidad de nubes radiactivas recibió en 1986 tras el desastre de la Central Nuclear de Chérnobil (Ucrania), la FOS desplegó un operativo móvil –similar al que ya realizan en los CETIs de Ceuta y de Melilla- en el colegio onubense Ciudad de los Niños. Una iniciativa fruto de un convenio establecido con la Asociación Niños/as de Acogida de Huelva (ASNIA), por el que se realizó una actuación integral bucodental a todos y cada uno de estos jóvenes, y que se saldó con un total de 120 intervenciones al margen de los tratamientos de prevención.
Estos chicos y chicas, procedían la mayor parte de regiones rurales del sur del país como Gómel, en las que la alta reactividad que conserva Bielorrusia –un 300 % superior a la del resto de Europa- tras más de treinta años del desastre, sigue siendo una realidad y una amenaza invisibles. No obstante, y para mayor inri, siguiendo la política de acogida de la asociación Asnia, todos ellos eran jóvenes cuyas familias presentan condiciones socioeconómicas de extrema precariedad y pobreza, sumergidas bajo una economía de supervivencia cuyo principal sustento lo conforma el sector económico primario –agricultura y ganadería concretamente-. Asimismo, muchos viven en núcleos familiares que se han desestructurado con motivo de los problemas de alcoholismo que sus progenitores arrastran desde que la caída del sistema soviético durante los años 90 trajese consigo la miseria y el desempleo a estos terrenos.
«Se pretendió concienciarles de la extrema importancia de mantener una buena salud bucodental, teniendo en cuenta que son una población que tiene un alto riesgo de desarrollar enfermedades de tipo oncológicas.»
Por todo ello, no es de extrañar que todos tuvieran un organismo muy debilitado, lo que también menguaba importantemente su salud oral. De hecho, prácticamente el 87 % de estos niños presentaba caries, algo normal teniendo en cuenta que entre el 60 y el 90 % de los niños en edad escolar de todo el mundo las presentan.
Así pues, el objetivo del proyecto fue unirse al afán de sanearlos, pues, según han demostrado diversos estudios científicos y las propias Organizaciones Mundiales contra el Cáncer y la Salud, la estancia de estos jóvenes en España durante un período de 45 a 50 días les permite alargar su esperanza de vida entre 18 y 24 meses; asimismo, se pretendió concienciarles de la extrema importancia de mantener una buena salud bucodental, teniendo en cuenta que son una población que tiene un alto riesgo de desarrollar enfermedades de tipo oncológicas.
La iniciativa, que recibió el nombre de Ulybka –sonrisa en ruso- comenzó el pasado 23 de julio cuando, tras una hora de viaje, la unidad móvil de la FOS Luis Seíquer se establecía en el interior del mencionado Ciudad de los Niños. Tras un primer instante en el que el doctor Antonio Castaño organizó toda la parte material y humana del operativo, los niños comenzaron a llegar. Eran los más pequeños del grupo total de acogidos. Muchos de ellos sumaban su primera experiencia fuera de territorio bielorruso. Tras haber pasado un férreo sistema de selección que tiene como filtros a los centros de educación de origen y a sus profesores, a monitores –los cuales les acompañaban en todo momento durante la experiencia por tierras españolas- y a los propios integrantes institucionales de Asnia, eran ellos y no otros los que, por necesidades apremiantes, justificaban su presencia allí.
«A pesar de que el miedo estaba presente en muchas de las caras de los jóvenes, los mensajes y gestos de tranquilidad que se intercambiaban unos con otros hacían más fácil la tarea»
Para atenderlos Susana Arenas y Esmeralda Flores, dos cooperantes mejicanas, compartían labor junto con Carmen Toscano, una odontóloga general onubense recién graduada que, tras contactar con una amiga que curiosamente trabajaba para la Fundación en el CETI de Melilla, había valorado la opción de unirse al equipo solidario formado por Castaño aprovechando su paso por Huelva. “Es una oportunidad muy especial”, destacaba Carmen, que reconocía que era la primera vez que trabajaría tomando sus propias decisiones, lo que, sin duda, le ayudaría a ser una profesional mucho más “autosuficiente” el día de mañana.
Tras una primera toma de contacto, el primer grupo de niños se fue sentando sucesivamente en el sillón dental. A pesar de que el miedo estaba presente en muchas de las caras de los jóvenes, pues gran parte dejaba su salud oral en manos de odontólogos por primera vez en su vida, los mensajes y gestos de tranquilidad que se intercambiaban unos con otros hacían más fácil la tarea. Así, el equipo humano de la fundación comenzó a valorar, todavía sin necesidad de instrumentos, a un primer grupo de ocho chicos y chicas –observando solo el estado general de la boca y las posibles tareas a realizar en cada uno-. Una enmienda inicial a la que le siguieron los posteriores trata mientos, que consistieron principalmente, en este primer conjunto, en una serie de obturaciones y colocación de selladores. Un cometido que se alargó durante nueve horas a lo largo del día y que supuso un primer mestizaje profesional con una cultura totalmente diferente como la bielorrusa.
Esta cultura estaba presente de forma intrínseca en el pasado y presente de estos mancebos. Pequeños, como Aliona Yakuta una niña de tan solo ocho años con serios problemas dentales, que procedían de zonas como Brahín, una de las más castigadas por la explosión del cuarto reactor de la central de Chernóbil. Donde, a pesar de conservarse aun altísimos niveles de radiación, la inmensa mayoría de las familias crían a sus propios animales y siembran sus propios huertos, ignorando el peligro que esto conlleva. En estas tierras no hay políticas activas para fomentar el conocimiento de los peligros de la contaminación nuclear, más allá de las típicas señales que muestran las zonas más radiadas. Además, los progenitores de la mayor parte de estas familias subsisten con 120 o 130 euros al mes, pese a que trabajen durante quince horas diarias y tengan que mantener a cinco o seis hijos generalmente.
Otros como Kamila Shalaputnava con una piel curiosamente más morena que la de sus compañeros de viaje y cara regordota- son la viva herencia de aquella generación de individuos –más de 700.000- que fueron convocados por el gobierno soviético para ayudar a sellar aquel infierno nuclear: los liquidadores. Una cantidad ingente de personas que acudieron para ‘luchar’ contra un enemigo invisble sin saber a qué se enfrentaban realmente y bajo protecciones paupérrimas. Personas, como su abuelo Michel Bondar, un antiguo militar ucraniano que, aunque tuvieron la fortuna de sobrevivir al desastre, sufrieron durante toda su vida la penuria de la supervivencia.
«Los progenitores de la mayor parte de estas familias subsisten con 120 o 130 euros al mes, pese a que trabajen durante quince horas y tengan que mantener a cinco o seis hijos»
Tras este primer día, el segundo y tercero fueron sin duda los más laboriosos, pues, al término del último de estos, 22 eran los menores que ya no solo habían sido observados y tratados, sino que habían sido dados de alta, tras jornadas ambos días de trabajo de 12 horas. Las labores principales que llevaron a cabo los profesionales de la FOS Luis Seíquer fueron extracciones o pulpotomías de caries avanzadas, obturaciones y fijación de sellado-res. El equipo humano de la Fundación hasta el momento, una vez llegado este miércoles 26 de julio, ya había tornado, pues, las hasta entonces cooperantes -Carmen, Susana y Esmeralda- dieron el testigo a Carlos Bracho y Ángeles Delgado, odontólogos generales ya frecuentes en los proyectos solidarios del doctor Antonio Castaño.
Ambos temían que el estado bucodental de aquellos chicos fuese no digno, pero, sin embargo, y para sorpresa de los dos, la salud oral de la mayor parte de los chicos era más que aceptable, como concluían junto con la participación de Castaño. “Se nota, sobretodo en los más mayores que, a raíz de algún tratamiento que le hayan hecho con anterioridad y que han sabido preservar perfectamente, tienen una boca muy decente”, señalaba Ángeles mientras trataba a Nasta Hidraovich. Esta chica tenía problemas de huesos, lo que aseveraba el calzado ortopédico que llevaba puesto, ya que tenía una pierna más corta que otra. A pesar de ello, Nieves Sánchez, la vicepresidenta de Asnia, explicaba a su lado, que esta pequeña había dado “un gran cambio” desde que llegó al programa, puesto que llegó que se tropezaba fácilmente al caminar y se caía con facilidad, y ahora tiene su problema pero con una “movilidad muy normal” dentro de su patología. Algo que le hacía sonreír tímidamente a Nasta.
«Se nota, sobretodo en los más mayores que, a raíz de algún tratamiento que le hayan hecho con anterioridad, tienen una boca muy decente»
En cuanto al último de los días –el 27 de julio-, éste fue el más emotivo de todos. Con un grupo ya reducido y con mayor tiempo de maniobra, los sentimientos florecieron. Carlos reconocía con orgullo, mientras espatulaba un IRM para tratar a Darya Naskavets –una chica de 12 años delgaducha con los ojos azul cielo y con una sonrisa entrecortada- que, a pesar de que una vez terminada la carrera numerosas clínicas privadas han ofertado por sus servicios, no tiene “intención alguna” de desvincularse de la FOS, pues, gracias a ella, ves una parte de la profesión “mucho más humana”, ya que te permite “blindar a personas que no tienen los medios suficientes” y tener la oportunidad de mejorar, no solo su salud, sino la situación personal de buena parte de los pacientes a los que asiste.
A su lado, Bohdana Damadad, una de las más pequeñas del grupo, pues solo tiene ocho años aun y apenas suma su segundo –consecutivo- viniendo a España, parecía haber olvidado ese temor que hizo imposible atenderle durante más de treinta minutos el primer día. Ella, como si del más divertido de los juegos se tratara, tomaba las pinzas, el espejo y las sondas en su mano y se las ofrecía a Ángeles cada vez que ésta las requería. “Es mi ayudante”, constataba la odontóloga. Por su parte, el padre de acogida de Darya, Cristóbal, observaba desde el exterior de la unidad. Con los brazos cruzados y encantado con la escena, no podía dejar de mirar con fascinación a su niña. Ella es la hermana de Ulad, un chico al que han acogido durante varios años y que se ha convertido prácticamente en uno más de la familia. “Este año no lo hemos podido traer porque ya es demasiado grande. Hoy, de hecho, es su cumpleaños. Se me hace extraño no tenerlo aquí”, contaba este agricultor, quien, con lágrimas en los ojos –aunque él admitía que es llorón-, narraba que les sería imposible mandarle regalo alguno este año puesto que es muy caro. No obstante, el joven había sido claro: “¡Vosotros me lleváis para allá el año que viene cuando ya sea mayor y os perdono!”.
“¡Tu turno, Alena!”, indicaba Nieves, la vicepresidenta de Asnia, presente en todo momento para gestionar el buen desarrollo del operativo y dar celeridad a éste. Alena era la mayor del grupo. Tras diez años consecutivos siendo acogida en temporada estival por una familia de Bonares (Huelva), su español era perfecto, similar al de un bonariego más. “Yo no sé cómo he aprendido. Toda la gente me dice que he aprendido muy rápido, pero yo no he estado estudiando ni nada“, recalcaba esta joven.
“Es impresionante cómo aprenden el idioma estos niños. Nosotros, sin embargo, apenas hemos podido coger algunas palabrillas”, bromeaba José, el padre de acogida de la decana del grupo, quien escuchaba con interés sus palabras. Este año intentarán traerla de forma ya definitiva, una vez que ha terminado sus estudios obligatorios en Bielorrusia y va a comenzar los superiores, durante los nueves meses que dura el curso académico.
¡Listo!, apuntaba Carlos. “Se nota que no es la primera vez que te tratan la boca. Eres de las que mejor la tienes”, evidenciaba el profesional tras realizarle una tartrectomía a Alena. “Nuestro trabajo ha terminado”, concluyó éste. “El vigésimo sexto paciente ha sido dado de alta”. Tras ello, Alena posaba junto con Castaño, Ángeles y Carlos ante las cámaras. Abrazaba sus manos y dibujaba una curva perfecta que recorría de lateral a lateral su rostro:
una esbelta y estética sonrisa. Pese a que ella la escondía entre sus manos, era la respuesta fisiológica de aquel que se siente pleno por dentro; de aquel que, con 17 años, y a diferencia de muchos de sus compatriotas -pues solo una escasa porción de la población juvenil tiene la oportunidad de luchar por sus sueños-, augura un porvenir cargado de ilusiones y metas. “Nieves, nuestro trabajo aquí ha finalizado. Esta chica está preparada. Dejemos que esta sonrisa vuele libremente y trace muchas otras”, avalaba Castaño. ●
«Te permite blindar a personas que no tienen los medios suficientes y tener la oportunidad de mejorar, no solo su salud, sino la situación personal de buena parte de los pacientes»