LA INTELIGENCIA DEL CHAT GPT

    Dr. Manuel Ribera Uribe, JMD, DDS, PhD Profesor de Gerodontología, Pacientes Especiales y Prostodoncia, Presidente del Comité de Ética en Investigación y Medicamentos UIC (Universitat Internacional de Catalunya), Académico de la Pierre Fauchard Academy.

     

    He descubierto el Chat Gpt. Sí, lo reconozco. Seguramente he sido de los últimos mortales en descubrirlo. Me he contagiado.  Yo creo que todo empezó cuando me atreví a sustituir las hermosas y delicadas begonias de mi balcón por otras más agradecidas y menos exigentes, pero artificiales ellas. Ese fue el primer paso, pero para ser sincero les diré que ya llevaba yo unos meses teniendo conversaciones nada comprometidas con Siri cuando iba en el coche. Llévame aquí, llama a fulano, etc. Así que cuando uno de mis alumnos (¡que transparente es la juventud a veces!) me dijo que los trabajos de la asignatura los hacía por él, de cabo a rabo, la solícita inteligencia artificial yo pensé que no podía quedar estancado en el pasado y me descargué el chat GPT. Hasta me lo puse en el móvil. Desde entonces hemos entablado una relación que ha ido ganando en frecuencia, pero también en intensidad. Hemos mantenido una relación somera, normalmente circunscrita a aspectos técnicos o cotidianos sin mayor trascendencia, pero, ya puestos, como la confianza la hace el roce, últimamente me he atrevido a preguntarle por cuestiones de más enjundia. En realidad, cuestiones para las que yo mismo no tengo una respuesta clara. El otro día, sin ir mas lejos, le pregunté cuál creía que era la razón por la que los jóvenes en edad de elegir estudios podrían escoger ser dentistas. La respuesta no pudo ser mas ecléctica. Ni más política. Me dijo que posiblemente, a su juicio, era una mezcla de proyección económica, deseo de independencia, gusto por lo visual y lo técnico y una intención de evitar la parte más cruda de la medicina. No me atreví a entrar en polémica porque vi que las razones, aunque bastante discutibles, eran premeditada y suficientemente inconcretas. Eran, en mi opinión, unas respuestas francamente políticas. Incluso creí percibir un pequeño “deja vu” que relacioné con los programas electorales de cualquier partido político o candidato a cualquier cosa. Pero, disculpen, me estoy desviando de lo que nos ocupa. Lo cierto es que ya entrados en calor le pedí que se sincerara   (reconozco que me sentí un poco extraño pidiendo sinceridad a una máquina) y que me dijera cuál creía que era la razón prioritaria de todas ellas. Me contestó que era “la proyección económica, la percepción de que la odontología permite una buena salida laboral y una alto nivel económico o al menos seguro”. Llegados aquí me vine arriba y seguí preguntando. ¿Cuánto es lo que espera cobrar mensualmente un dentista y cuanto la media que cobra en realidad?. Me sentí confortado porque Gpt me dijo que eso era una buena pregunta. Que te digan que tus preguntas son buenas siempre te sube la autoestima, máxime cuando delante tienes inteligencia, sea artificial o natural. Pero ¡vaya, otra vez me estoy desviando del tema!. El caso es que me contestó que “muchas veces la expectativa no coincide con la realidad”. Según mi ínclita contertulia un dentista espera cobrar entre 3000 y 5000 euros netos al mes trabajando por cuenta propia o al menos 2000 si lo hace por cuenta ajena, pero en realidad cobra de media entre 2000 y 5000 euros, después de gastos, si trabaja por cuenta propia (eso tras años de trabajo y una cartera de pacientes establecida) y entre 1200 y 1800 euros netos si trabaja asalariado. Al final como colofón a nuestra conversación me acabó diciendo que hay una desconexión entre la percepción social y la realidad profesional que tiene su origen en una cadena de intereses, omisiones y discursos desfasados cuyos responsables son : las universidades privadas (y algunas públicas) con un modelo de negocio centrado en atraer estudiantes que pagan matrículas elevadas (interés económico directo), cadenas y franquicias dentales que pagando sueldos bajos promueven la idea de que la odontología es un campo rentable y de gran demanda (distorsión de la realidad con fines comerciales), de los medios de comunicación y la cultura popular que promueven una imagen del dentista como profesional de clase alta con vida cómoda y clínica propia (alimentan estereotipos falsos), de los colegios profesionales que no informan con transparencia y permanecen pasivos ante el aumento descontrolado de plazas universitarias (falta de autocrítica y protección efectiva del colectivo), de las familias y el entorno social que animan a sus hijos a ser dentistas sin tener toda la información real (buenas intenciones pero con desinformación generalizada), del propio sistema educativo que fomenta estudios de “prestigio” sin orientar sobre la realidad laboral (falta de orientación realista). Total, que para ese momento yo ya estaba calentito dudando en si responder a tan malévolo engendro que repartía impunemente culpas a diestro y siniestro escondida tras un oscuro algoritmo gestado por alguna enfermiza mente o si, simplemente desconectarla por retorcida. Digo yo que, si eso fuera tan evidente como para que lo contase una inteligencia artificial, alguna de las preclaras inteligencias naturales que rigen nuestros destinos ya habría puesto hilo a la aguja para resolverlo. Y en esa disquisición estaba cuando me dijeron que era la hora de cenar. La verdad, cuando supe que la cena la había hecho mi mujer siguiendo las instrucciones de la Thermomix la displicencia acumulada contra Gpt se suavizó. Igual es verdad que las máquinas inteligentes no lo hacen tan mal.