Javier Sanz
María José Solera
María Jesús Pardo
Es uno de los contenidos odontológicos fijos todo aquello que se refiere a la anatomía dental, de tal manera que, habitualmente y desde los primeros escritos médicos, a la patología precede la descripción anatómica y funcional, estrechamente ligadas hasta el punto de que la morfología se corresponde con aquello que va a ser necesario al ser humano para cumplir su fin particularmente. El notable libro quirúrgico del valenciano Juan Calvo quedó abrochado en el siglo siguiente con la aportación de Andrés de Tamayo, al final del mismo, de un triplete: el primero, anatómico, otro sobre “el morbo gálico” y un tercero de fracturas y dislocaciones.
Andrés de Tamayo[1]
Madrileño de origen, fue galeno y cirujano prestigioso, llegando a la categoría de médico de cámara de Felipe IV. En 1625 sería nombrado médico de la Armada que llevaría Fadrique Álvarez de Toledo y Mendoza en la Jornada de Brasil, la que tuvo lugar contra las fuerzas holandesas que ocupaban la ciudad de Salvador de Bahía como extensión de la llamada Guerra de Flandes o de los 80 años librada por entonces en los Países Bajos.
Además de este añadido a la Cirugía de Calvo, fue también Tamayo autor de un Tratado breve de álgebra y garrotillo (Madrid, Cosme Delgado, 1621) reimpreso varias veces, la primera de ellas ese mismo año junto a la breve Instruccion de los Barberos Flobotomianos (Valencia, Juan Crisóstomo Garriz, 1621) de Alonso Muñoz.
Asimismo, añadió al libro de Juan Calvo[2] titulado Primera y segvnda parte de la Cirvgia Vniversal del cverpo hvmano… (Madrid, Antonio González de Reyes, 1674)[3] tres tratados, “vno de Anotomia, y otro de Morbo Galico del mismo Autor, con otro de Fracturas, y Dislocaciones”, siendo de nuestro interés el primero de ellos. Esta anatomía de Tamayo es la que encabeza su aportación, titulando el capítulo XXXI: Del huesso jugal [cigomático], de la mandibula de arriba, y de la de abaxo, y muelas.
El Tratado Primero de “Anotomia verdadera de el cverpo hvmano”.
Así pues, en este capítulo se concentra la anatomía dental, dejando establecido que existen dos mandíbulas, la superior, que resulta de la reunión de seis huesos en cada lado, y la inferior, que consta de un solo hueso, y en ambas aparecerán insertados los dientes en su momento. Después de exponer el dilema sobre si los dientes son huesos o no, como refieren algunos autores del nivel de Galeno, el autor considera como tales huesos a los dientes permanentes, aunque huesos que, excepcionalmente, sienten, no así los demás y rotundamente concluye que los dientes se deuen contar entre los huessos[4].
¿Cuáles fueron, pues los otros argumentos que avalaron la conclusión de Tamayo? Desde luego variados, partiendo de la premisa de que para algunos no deben considerarse tales pues “se hazen” después del nacimiento, a lo que arguye el autor que de nacer con dientes, el lactante no haría sino lastimar a la madre los pezones, lo cual evitó Dios, y la naturaleza pues “ninguna cosa hazen de balde”. Igualmente, mientras los demás huesos dejan de crecer a los veintiún años, lo dientes crecen durante toda la vida, como enseña Galeno.
A partir de ahora distinguirá, pues, los dientes, de acuerdo con “los Doctores” en tres órdenes: incisorios, caninos y molares, correspondiendo a cada uno una función: los incisorios son los con que cortamos el pan, y las demás cosas que comemos, y estos son quatro en cada quixada, Los caninos se dixeron assi por ser semejantes à los dientes de los perros en ser puntiagudos, y por esto algunos los dixeron clauos, y estos son dos en la quixada de arriba en cada lado, y dos en cada lado de las de abaxo. Los molares se dixeron assi porque con ellos se muele, desmenuza, y masca la comida, assi como el trigo se muele en el molino, y estos son diez en cada mandíbula, ò quixada, cinco en cada parte[5].
Así las cosas, establecida la funcionalidad de acuerdo más a su lectura que a su experiencia, entrará Tamayo tan sólo en la disposición de las raíces que les dotan de estabilidad, según ha leído en la obra del gran anatomista valenciano coetáneo Luis Collado. Es decir: los caninos no tienen… mas de vna raiz, en la qual se sustentan; empero los molares tienen muchas rayzes y los que estàn en la parte de arriba (por estar pendientes) tienen mas que los que estàn en la de abaxo: y tambien porque la mandibula de arriba es mas espongiosa que la de abaxo[6].
Rubrica, en fin, este apartado el autor con una aportación muy laxa sobre el número de dientes: Hallanse en cada mandíbula diez y seis dientes con los molares, aunque algunas vezes se hallan mas, otras menos[7].
Colofón.
Resulta extraño el escaso compromiso con la anatomía en un autor de alto nivel como fue Juan Calvo, máxime en un texto quirúrgico donde los conocimientos odontológicos tienen mayor presencia por lo general que en los textos médicos. La inclusión de este apoyo de Andrés de Tamayo al texto de Calvo, con su cortés ubicación al final del mismo y no al principio, más lógica, no aporta brillantez en el apartado dental pues la exposición es escasa y muy elemental, más teórica que propia de quien practica disecciones teniendo por guía tratados anatómicos de garantía. Da la impresión de que es poco más que un complemento escrito por alguien, como tantos, imperito en materia dental. Entre los conocimientos anatómico-dentales de la historia de la odontología español que venimos espigando, no es la de Tamayo, en definitiva, una aportación de alto nivel, aunque dentro de un marco de retroceso en la Medicina española del seiscientos.


[1] Cfr. sobre este autor: Álvarez y Baena, J.A. Hijos de Madrid, ilustres en Santidad, dignidades, armas, ciencias y artes. Madrid, Benito Cano, MDCCLXXXIX, pág. 97. Hernández Morejón, A. Historia bibliográfica de la Medicina española. Tomo VI. Madrid, Imprenta de la Viuda de Jordán e Hijos, 1850, págs. 40-41.
[2] Cfr. López Piñero, J.M., Glick, T.F., Navarro Brotons, V. Portela Marco, E. Diccionario histórico de la ciencia moderna en España. (Tomo I), Barcelona, Península, 1983, págs. 160-161.
[3] Edición consultada.
[4] Calvo, J. Primera y segvnda parte de la Cirvgia Vniversal del cverpo hvmano… (Madrid, Antonio González de Reyes, 1674), pág. 503.
[5] Ídem., págs. 503-504.
[6] Ídem., pág. 504.
[7] Ídem.