Recientemente ha sido presentado, en edición lujosa, el legendario “Códice De la Cruz-Badiano”, como es conocido ampliamente desde que así lo citara Wiliam Gates en 1939. Martín de la Cruz fue su autor, en lengua nativa, y Juan Badiano lo versionó al latín, acabando su tarea en 1552. Impulsado por la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de México, y con el patrocinio de la multinacional farmacéutica Roche, han visto la luz en la capital mexicana en 2022 los tres volúmenes de que consta la edición: “Estudios sobre el códice De la Cruz-Badiano”, “Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis”, al que sigue una relación de “Nombres nahuas” con “sentido etimológico” y una edición facsímil del propio códice.
Comenzando por el final, figura el siguiente colofón en la traducción de este manuscrito escrito en lengua azteca, lo cual viene a proporcionarnos cierta información básica sobre el recetario.
Yo te ruego una y otra vez, excelentísimo lector mío, que veas con buenos ojos lo que yo haya puesto de trabajo en mi pobre traducción de este opúsculo herbario. Mucho más me gustara que mi obra toda quedara en vano, y no que hubiera yo de sufrir tu rigurosísima censura, que sería muy severa. Has de tener sabido que yo, en preparar esta obra he impendido algunas horas prolongadas, y eso no para hacer alarde de ingenio, que a la verdad es casi nulo, sino por pura obediencia a que estoy con mucha justicia obligado para con el eximio sacerdote y rector de esta casa de Santiago, apóstol y amartelado patrono de los españoles. Quiero decir, para con el P. de la Orden de S. Francisco, fray Jacobo de Grado. Él fue quien puso sobre mis hombros tal cometido.
Seas feliz en Cristo Salvador.
En Tlatelolco, en el Colegio de Santa Cruz, en la fiesta de Santa María Magdalena y en el año de la reparación del mundo de mil quinientos cincuenta y dos.
Fin de libro herbario que puso en latín Juan Badiano, por raza indio, por nacimiento nativo de Xochimilco, profesor en el mismo colegio.
En efecto, Juan Badiano -indio de origen xochimilca- políglota hablante de náhuatl, latín y castellano, tuvo el encargo de la traducción al latín de un código nativo de contenido terapéutico que llevaba por título el ya mencionado de Libellus de medicinalibus indorum herbis y que había sido compuesto por Martín de la Cruz -indio originario de Tlatelolco- En tamaño de 15.2 x 20.6 x 2 cms., consta de setenta hojas -140 páginas- ilustradas, este documento, entre los originales más célebres de la civilización mexicana pues, en definitiva, se trata de la primera farmacopea indígena realizada en Nueva España, incluso, siendo así, se considera el texto médico más antiguo escrito en el continente americano.
Pero el preciado libro no estuvo siempre en su lugar de origen. Llegó al viejo continente en 1552 o 1553, probablemente a Madrid e iría a parar a las manos de Juana de Austria quien, es de suponer, lo depositara en el Monasterio de las Descalzas Reales, custodiándolo después su sobrina Margarita de Austria -sor Margarita de la Cruz, entonces- quien a su vez lo donaría a su boticario personal, Diego de Cortavila y Sanabria, farmacéutico también de Felipe II en el final de sus días. En 1525 el cardenal Francesco Barberini, sobrino del papa Urbano VIII, fue comisionado a París en misión diplomática y se acompañó del bibliófilo Cassiano dal Pozo, a quien se había encargado la compra de libros de tema botánico, como así procedió con el “Libellus” una vez se lo mostró Cortavila. Pasó, pues, el libro azteca a Italia, en principio a la Academia dei Lincei y después a la biblioteca Barberini, en el Palazzo Barberini, donde permaneció hasta el año de 1902 en que fue trasladado a la biblioteca del Vaticano. Aquí residió custodiado hasta que el pontífice Juan Pablo II decidió devolverlo a su lugar de partida.
En definitiva, tras el largo periplo, el códice original -se conocen también dos copias- fue repatriado a su país de origen, constituyendo esta devolución un regalo de Estado. S.S. Juan Pablo II, jefe de Estado del Vaticano, lo entregó al presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, el 7 de mayo de 1990, en su visita al país mesoamericano, lo cual constituyó un hito en la historia diplomática de ambas naciones, alumbrándose este hecho como el símbolo del diálogo entre dos mundos que comparten las mismas preocupaciones, en distintas lenguas.
Martín de la Cruz, como se ha sabido después, ejercía como “médico”, concretamente de los niños del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Este ejercicio no puede suponer una comparación con el de los médicos europeos formados en las universidades conforme al momento científico de la Medicina, en aquellos tiempos basado en el galenismo imperante, sino otra forma de hacer, con el mismo propósito preventivo y, más aún, curativo, principalmente de índole empírica. Aquellas tierras vivían un periodo que podríamos llamar, grosso modo, “híbrido”, entre la aculturación y la colonización intelectual. Es conveniente, pues, situarse en un momento y un lugar precisos para comprender con mayor exactitud el significado del libro.
Los remedios de uso estomatológico en el “Libellus”.
Quedan recogidas estas propuestas de curación y prevención principalmente en los capítulos quinto y sexto, de acuerdo a una distribución regional, más que orgánica, antes que otra cosa.
Capítulo quinto.
Limpiador de dientes o dentífrico. Curación de encías inflamadas y purulentas. Dolor y caries de los dientes. Fuerte calor, tumor o supuración de la garganta. Anginas. Medicina con que se mitiga el dolor de garganta. Para desechar la saliva reseca. Para acabar con el esputo sanguinolento. Para calmar la tos. Para quitar el aliento fétido y repugnante.
Dentífrico o limpiadientes.
Los dientes sucios deberán frotarse con mucho cuidado. Cuando se haya limpiado la suciedad, deben restregarse con un lienzo blanco con una mezcla de ceniza blanca y miel blanca, para que dure su bella blancura y nitidez.
Curación de encías inflamadas y purulentas.
El dolor de dientes y encías se calma raspando bien las encías para limpiar el pus y, en la parte en que se halle éste, se pone una mixtura de semillas y raíz de ortigas, bien molidas y mezcladas con yema de huevo y miel blanca.
Dolor de dientes.
Los dientes enfermos y cariados deberán punzarse primero con un diente de cadáver. En seguida se muele y se quema la raíz de un alto arbusto llamado teonochtli, juntamente con cuerno de venado y estas piedras finas: iztac quetzaliztli y chichiltic tapachtli con un poco de harina martajada con algo de sal. Todo eso se pone a calentar. Toda esta mezcla se envuelve en un lienzo y se aplica por breve tiempo apretada con los dientes, en especial con los que duelen o están cariados. En último lugar se hace una mezcla de incienso blanco y una clase de untura que llamamos xochiocotzotl y se quema a las brasas y su olor se recoge en una mota gruesa de algodón que se aplica a la boca con alguna frecuencia o mejor se ata a la mejilla.
Calor de la garganta.
Refrescan el calor de la garganta las hojas de teamoxtli y tlanexti molidas en agua juntamente con el tallo de la juncia llamada tolpatlactli. Se les mezcla también agua en que estuvo el cobre y el eztetl remolidos. Toma este líquido así mezclado entre los dientes, sin tragarlo.
Angina.
Para sanar la supuracción de la bóveda palatal y el galillo se hace una destilación en dichas partes de la mezcla que sigue: tallo de xaltomatl molido juntamente con teamoxtli, tierra blanca y pedrezuelas o guijas de arroyo, de diversos colores, y además acamallotetl, con espigas índicas martajadas y flores de huacalxochitl y tlacoizquixochitl. Se exprime bien el jugo y se aplica.
Medicina con que se mitiga el dolor de garganta.
Se adormece el dolor de garganta, si se mete el dedo a la boca y se aplica con él, sobando suavemente la parte enferma, el jugo de las hierbitas tlanexti y teoiztaquilitl, que se crían en lugares pedregosos, que se han molido antes con piedra pómez y tierra blanca y se han mixturado con miel.
Medicina para desechar la saliva seca.
Habrá fluencia y se mitigará la sed excesiva si se toma una bebida hecha de las hierbas silvestres acetosas molidas en agua muy limpia. Ha de agregarse la alectoria, que es una piedra preciosa de apariencia de cristal, del tamaño de un haba, sea de las Indias, sea de España, y se encuentra en el buche de las aves gallináceas, como lo atestigua también Plinio; y también se agrega un milano de Indias, y un pichón. Todo lo cual se mezcla con la bebida, que es de hierbas ácidas. De este líquido así preparado beberá un poquito y retendrá algo más dentro de la boca quien carezca de saliva, o sufra de excesiva sed. Se echará sobre la cabeza un líquido hecho de hierbas molidas en agua, que son tetzminopalli y tepechian. Mucho cuidado de equivocarse: se muelen solamente las hojas, no toda la hierba.
Medicina para quitar el malo y fétido aliento de la boca.
Un cocimiento hecho de raíz y hojas de la hierba que llaman tlatlancuaye, con tierra roja, tierra blanca, hierbas temamatlatzin y tlanextia xiuhtontli; todo eso molido y cocido en agua con miel, quita el mal aliento.
Debe beberse también moderadamente el líquido bien colado, antes de comer.
Capítulo sexto.
Alivio para el ardor de la boca inflamada. Remedio para el que no puede bostezar por el dolor. Sarna de la cara. Sarna de la boca. Estruma o escrófula del cuello. Agua subcutánea. Debilidad de las manos.
Para la boca hinchada.
Para curar la boca inflamada tómese un líquido que consiste en agua de hojas molidas de tememetla, meollo de texiyotl y tierra blanca. Este líquido es amargo. También se le agregan gotas de una goma viscosa que exuda una planta que llamamos nocheztli. Cuando no se puede abrir bien la boca, es provechoso tomar en agua tibia la raíz molida de la hierba tlatlacotic. Si bebe esto vomitará inmediatamente, con lo que desechará las flemas y podrá abrir la boca.
Contra la sarna de la boca.
La sarna de los labios se quita aplicando un medicamento hecho de raíz de tlalmizquitl, ciertas gotas o lágrimas viscosas espesadas hasta convertirlas en goma, hojas de ehecapahtli, semillas de ortiga y ramas de tetezhuatic molidas.
Colofón.
La ordenación del libro es, básicamente, la clásica “a capite ad calcem” -de la cabeza a los pies-, con su debida parada en la cavidad bucal. Se agrupan, pues, las enfermedades conforme a su localización y así ha de interpretarse. Antes que otra cosa es un libro de remedios, no de medicina ni de cirugía propiamente dichos, de ahí que se vaya dando solución a los diferentes males con remedios locales, tanto para su cura como para su prevención. La aplicación de plantas autóctonas es la base del tratamiento, en diversas preparaciones -polvos, cocimientos, destilados, etc.- pero también de la prevención de alguna de ellas, como la gingivitis. Estos remedios intentan mitigar la odontalgia o el dolor de encías, también evitar la halitosis y procurar la buena higiene dento-gingival, buscando asimismo la blancura dental. Por último, no faltan prácticas supersticiosas como la de punzar con un diente de cadáver aquellos dientes enfermos. La extensión a otras vecindades bucales, conforme lo apreciaríamos hoy en la delimitación, no siempre clara, de las especialidades médicas, se comprende por dicho enfoque regional, de ahí que las enfermedades faríngeas encuentren su sitio en estos capítulos quinto y sexto, los principalmente estomatológicos.