La magna obra de uno de los mayores naturalistas de la historia, el médico español Francisco Hernández, fue fruto de una hazaña protagonizada por quien mejor podía llevar a cabo la gran expedición científica, probablemente la primera, del Nuevo Mundo. Por encargo real, dio fin a su encargo de recolección, reproducción pictórica y traslado a España, que Felipe II esperó y urgió con verdadera expectación. La farmacopea no ya española sino europea se veía enriquecida con un acopio de plantas, principalmente, como nuevo remedio, pero experimentado en humanos al otro lado del océano en varias generaciones. No faltaban entre las novedades los remedios de uso estomatológico que en teoría agrandaban el recetario para enfermedades de este campo.
Francisco Hernández1.
Nació en la villa toledana de Puebla de Montalbán cerca de 1515. Estudió la Medicina en la Universidad de Alcalá de Henares donde se graduó, en fecha no del todo aclarada, y pasó a ejercer como médico del Duque de Maqueda, en Torrijos, pasando luego -1555-1560- a los hospitales del reconocido monasterio de Guadalupe, aunque regresaría a la corte, como médico de cámara, cargo que debió alcanzar en 1567. Hernández fue un prototipo del médico humanista, de sólida formación intelectual y científica, fue amigo de Andrés Vesalio, de Juanelo Turriano, de Juan de Herrera o de Benito Arias Montano y con el cirujano Juan Fragoso exploró algunas zonas de Andalucía para estudiar su flora y su fauna y comenzó el estudio de la obra de la “Historia Natural” de Cayo Plinio Segundo
El 1 de septiembre de 1570 salió para las Indias con el nombramiento de “Protomédico general de nuestras Indias, islas y tierra firme del mar Océano” por cinco años, para emplearse como naturalista, estudiando aquellos lugares con ojo de tal naturalista que era: “órdenes tocantes a la historia de las cosas naturales que habéis de hacer en aquellas partes”, siendo la primera “que en la primera flota que destos reinos partieron para la Nueva España os embarquéis y vais a aquella tierra primero que a otra ninguna de las dichas Indias, porque se tiene relación que en ella hay más cantidad de plantas e yerbas y otras semillas medicinales que en otra parte”. Paró en las islas Canarias para estudiar la flora redactando un libro a propósito que se da por perdido y en casi tres meses desde que saliera de Sanlúcar llegó a Santo Domingo.
A primeros de 1571 llegaba a Nueva España, en Veracruz, el primero que ponía pie en misión que no era diplomática, ni secreta, ni de estado ni religiosa sino científica, recolectando plantas y otros recursos naturales con la ayuda de pintores y un geógrafo, de tal manera que a los ocho meses dice haber recogido ochocientas plantas no conocidas en España. Tras las vecindades de México recorrió otras regiones, siendo especialmente fructífera su visita a la de Oaxaca que le reclamaba con verdadero interés y que él iba difiriendo. Finalmente salieron en tal fecha con destino a la corte española y Felipe II los custodió en su guardajoyas, posteriormente pasarían al Consejo de Indias y tras estar en manos del nuevo médico de cámara Nardo Antonio Recchi, quien no dudó en mutilarlos y componerlos a su capricho, fueron depositados en El Escorial2. Fray José de Sigüenza, bibliotecario del monasterio habló de ellos con gran aprecio por lo que con rigor aportaban, describiendo asimismo su magnífica encuadernación.
Desgraciadamente, durante el incendio que el 17 de julio de 1671 se produjo en El Escorial y que duró quince días, fueron las partes más afectadas del edificio la residencia de los frailes y la biblioteca, dándose por destruidos los manuscritos hernandinos. Sin embargo, de éstos proliferaron copias, en todo o en parte, con adiciones y sin ellas, con nuevas ordenaciones o respetándose la originalidad. Juan de Barrios editó una Verdadera medicina, cirugía y astrología, en tres libros dividida (México, Fernando Balli, 1607), en la que incluyó un tratado con el título bien elocuente de “De todas las yerbas que por mandado de Su Magestad descubrió en esta Nueva España el Doctor Francisco Hernández, Protomédico, aplicados a todas las enfermedades al cómo y en qué cantidad qué; y asimismo examinadas y vistas por el Doctor Nardo Reco en Madrid, por mandado del Rey” y finalmente se tiró la edición de 1615 a la que nos referimos a continuación.
Afortunadamente, dicho año y con el título exacto de Qvatro libros de la natvraleza y virtudes de las plantas, y animales que estan receuidos en el vso de Medecina en la Nueua España, y la Methodo, y correccion, y preparacion, que para administrallas
En 1576 se encontraba de regreso y se instaló en Madrid, no faltando detractores a su obra, la avalan otros de gran prestigio como Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial y su albacea, quien asegura con su firma los legados que deja a tantos personajes mejicanos en ley de gratitud.
Falleció en Madrid el 28 de enero de 1587.
Los “Qvatro libros de la natvraleza y virtudes de las plantas, y animales que estan receuidos en el vso de Medecina en la Nueua España…”
Francisco Hernández no tuvo la obra impresa en sus manos pues falleció antes. Tras varios retrasos envió al rey en la última semana de marzo de 1576 los dieciséis volúmenes que componían la obra
se requiere con lo que el Doctor Francisco Hernandez escriuio en lengua Latina salió en México, imprenta de la Viuda de Diego Lopez Daualos, esta obra, armada y traducida al español por el dominico aragonés Francisco Ximénez, enfermero en el hospital de Huaxtepec por el que había pasado Francisco Hernández. En realidad, una copia de aquella obra, del manuscrito de Recchi, había caído en sus manos y él la hizo pública, con algunas adiciones. Quiso, en definitiva, el dominico dar a la imprenta este tratado para beneficio de los nativos alejados de médico y boticario, adecuándola además al idioma español, no sin antes advertir “Al Lector” del provecho que habían sacado del manuscrito que él tenía en su poder algunos otros escritores de tema médico como Agustín Farfán, Juan de Barrios, Alonso López de los Hinojosos, “y otros muchos”.
Conforme hemos procedido con otros autores de la misma índole (López3 y Monardes4) nos damos a extractar aquel contenido de ámbito odontológico para exponerlo ordenadamente y seguir- lo finalmente de un colofón, no sin antes traer el párrafo que le dedica al segundo de ambos autores en este respetuoso tono a propósito de su pionera obra, criticando el desconocimiento de la lengua nativa: “la dificultad que trae configo el conocimiento de cofas agenas a nuestra lenguaje y tierra cofa que trae consigo muchos inconusnientes, razon que disculpa los yerros que cometió el Doctor Monardez, que fue el primero que las fingularidades de las yndias en esta materia escriuio, que lo que dixo fue segun le refirieron los que las lleuauan”.
Tras los prolegómenos reglamentarios, con sus censuras, el traductor, de la orden dominica, advirtió en un previo “Ad Lectorem” de algunas singularidades de la obra, antes de pasar a ordenarla en los cuatro libros que la componen, rematados por una “Tabla” o índice para su rápida consulta.
Parte Primera parte del Libro primero de la materia medecinal de la Nueua España, en que se trata de los Arromaticos:
Del Hvitzxochitl: “las pepitas de la fruta, desechas en agua, y destiladas en las narizes, alibià el dolor de la cabeça, apli- cadas a los diètes, mitiguan tambiè su dolor5.
Del árbol qve llaman Caninga: “de sus astillas se hazen palillos para limpiar los diètes muy hutiles6”.
Segunda parte.
Del árbol de Pirv que llaman molle: “resueluè las apostemas flematicas maxcadas y traydas en la boca fortifican las encias y los dientes, y curan las llagas de la misma parte la fruta tomada en bocado7”.
De la planta que prodvze la goma q llamamos thecomahaca, q llaman los yndios copal yhyac, memeyalquahuitl, otros la llamà recomahyac y corrumpto el nombre tecomahaca: “aplicada a los dolores de los diètes y puesta en los agujeros q suelè tener, los libra y ataja la corrupciò8”.
Cap. XXII. Ezqvahvitl, qve es el arbol q destila la goma, q llamamos sangre de drago: “tomada por la boca y hecha polbos, y hechada en la mollera, prohibe los corrimiètos de la cabeça à las partes inferiores, y q no se caygan los diètes, y haze crecer las enzias corroydas9”.
Cap. XXXVI. Hvitzpaçotl, de Guaxaca: “tambien suele conforta los dientes, y restaurar la carne podrida de las encias10”. Cap. XXVII. Del arbol de la prouincia de la Florida que llaman salsafrax: “mitigua los dolores de los diètes11”.
Cap. XXIX. Del arbol Gvayacan, que es el palo santo q llaman en España: “entre los otros dones q se atribuyen al agua deste leño, es el q diremos y no de poca ymportàcia q corrige el hediòdo alièto, y pone blancos y hermosos los diètes12”.
Cap. XXXII. Del Izqvixochitl: “aplicada su flor quita el dolor de los diètes13”.
Cap. XXXXI. Del Achiotl, ò medezina buena para teñir: “mitigua los dolores de los diètes, nacidos de causa caliète14”. Cap. XXXXII. De la palma qve llaman bunga, ò coyolli: “aprieta los dientes… pone los labios rojos… quita el olor malo de la boca15”.
Cap. XXXXV. De la grana qve nace en cierta especie de tuna, que llaman nocheznopalli, ò nopal nocheztli: “limpia admi- rablemète de biè los diètes16”.
Cap. XXXXVII. Del Amacoztic ò papel de piedras: “su leche cura las llagas de los labios, y qualesquiera otras antiguas17”. Cap. LIII. Del Hvitzmamaxali: “a los dientes aplicado el çumo, la misma yerua aprouecha à su dolor18”.
Cap. LXVI. Del arbol llamado Atambor de agua, q llaman los yndios ahuehuetl: “quitan los dolores de los dientes si se enxaguan con su cocimiento hechado en vinagre, y beuido en agua miel, peso de seis obolos19”.
Cap. LXVI: Del arbol qve llaman Tepeizquixochitl, ò Yzquixochitl montano: “”la corteça del arbol molida y puesta sobre las encias quita el dolor y ardor dellas, conforta y còfirma los dientes20”.
Tercera parte del libro primero de la materia medezi- nal que trata de las matas, y de sus frutos.
Cap. XXXI. De la llamada Xivhcocolin, ò planta retorcida: “cura las llagas de la boca, y de las partes vergòçosas21”.
Libro segvndo. De la materia medecinal de la Nueva España, en que se trata de las yeruas que tienen sabor agudo y mordaz.
Cap. V. De la yerba llamada Chilpatli: “las ojas mitiguan el dolor de los dientes22”.
Cap. VII. De la yerba llamada Chilmecatl: “la rayz aplicada a los diètes les quita el dolor, de manera q parece cosa de mi- lagro, y no solo haze esto, èpero los limpia y pone blàcos23”. Cap. XIII. De la yerva que llaman Mecaxuchitl: “da buè olor a la boca24”.
Cap. XXXIII. De la qve llaman Yyavhtli ò planta nublossa: “corrige el mal olor de la boca25”.
Cap. XXXV. De la yerba que llaman, Pelonxochitl, ò mastueoço del Piru: “rebuelta en alumbre, y puesta en los diètes les quita el dolor… es vn singular labatorio para las llagas de la boca26”. Cap. LI. De la yerba qve llaman Picietl, y los de la ysla de S. Domingo, Tauaco: “quitase el dolor de los diètes, embo- luièdolos en estas ojas caliètes, metièdolas en el diète q estuuiere dañado27”.
Segunda parte del libro segundo:
Cap. VII. De la Cennanan de Tetzcuco, ò madre de la espiga del mayz: “mitiga los dolores de diètes28”.
Cap. XXXII. De la llamada Apitzalpatli. Tzontelolotli: “aprieta los diètes, y encarna las encias29”.
Cap. XXXXIX. De la llamada Yztauhyatl, ò sal amarga: “las ojas majadas y formadas pelotillas como pildoras con miel, y puestas baxo la lengua q esta hinchada, la sana con facilidad, y por esta via haze desflemar la cabeça30”.
Cap. LVII. De la llamada Cozolmecatl q quiere decir sogas de las cunas: “el polbo de la rayz puesto en las llagas de la boca, y de las partes vergòçossas, las sana31”.
Cap. LVIII. De la llamada Tlayalotic, ò Tlatlalayotic, ò numula- ria yndiana: “cura las llagas y ampollas de la boca32”.
Libro tercero de la Materia Medecinal de la Nueva España.
Segunda parte del libro tercero:
Cap. XXXXVI. De la llamada, Necoctlachichinoa patlahuac, ò yerba quemada de ambas ojas: “sana las llaguillas de la boca33”. Cap. XXXXVIII. De la llamada Tlatlauhcapatli: “còfirma los dientes, aprieta las encias, y las fortifica… cura las llagas de la boca34”.
Cap. LXVIII. De la llamada, Yzcvinpatli, ò matadora de pe- rros, q los españoles llaman ceuadilla: “y echa poluo si se mezclare y deshiziere en agua… si se enjaguà la boca con esta agua quita el dolor de los diètes35”.
Quarto Libro, de la materia medezinal de la Nueva España.
(Animales y minerales)
Cap. XIIII. Del Gvsano que llaman Coyayahual: “desecho en agua, y vntado cò el las mexillas quita el dolor de los dientes36”.
Segunda parte del quarto libro, que trata de los minerales de la nueua España q siruen en la medicina. Cap. II. El llamado Chapopotli: “còpralo las damas mexicanas para maxcarlo y traerlo en la boca cò gusto particular, por q limpia y còforta los dientes, y los buelue blancos37”.
Colofón.
La grandiosa historia natural que recopilara, ordenara y clasificara Francisco Hernández, muchas de cuyas plantas pudieron ser cultivadas en los jardines botánicos españoles para ensayo y uso terapéutico humano, constituye una de las mayores aportaciones españolas de su género de toda la historia. Al Viejo Mundo se trasladaba desde el nuevo continente un arsenal que enriquecía la terapéutica, especialmente botánica, conforme al uso experimentado por los nativos de las tierras que explorara el gran científico español. Como en algunos otros tratados, no faltaron las medicinas de uso estomatológico, especialmente usadas para los más frecuentes e intensos males, de ahí que los antiodontálgicos tuvieran importancia y presencia superiores a otros padecimientos, siguiéndole las aplicaciones tópicas en en- cías inflamadas, constando también en este largo repertorio de remedios desconocidos hasta la fecha las preparaciones usadas como dentífricas, buscando con éstas también la desaparición de la halitosis y el embellecimiento dental. Cosa diferente sería que los “dentistas” de la época tuvieran acceso al conocimiento de las mismas para así proceder a su preparación y consejo, pero en aquellas fechas limitábanse antes que otra cosa a la abrumadora realización de extracciones dentales. No obstante, el libro estaban en las imprentas y librerías del XVII, y vertido al castellano, para uso y provecho de quien tuviera interés, incluso de edición compilatoria, incluidos médicos, cirujanos y boticarios.