
Todavía resuena en el impacto que esas palabras me produjeron cuando, por primera vez en mi vida, se las escuché decir a un castellano ilustre, cardenal franciscano y arzobispo de la iglesia católica. Las pronunció con motivo de la inauguración de la nueva sede de un muy importante Colegio Oficial de Dentistas de nuestro país.
Mi recordado cardenal siempre estuvo muy vinculado a la medicina por sus antecedentes familiares, ya que su padre era médico y fue primo del afamado psiquiatra y escritor Juan Antonio Vallejo-Nágera. También me unía a tan ilustre personaje el que ambos estudiamos en la misma facultad, aunque con 25 años de diferencia. Aunque él abandonó sus estudios de medicina para ingresar en el noviciado, nunca se alejó de la senda sanitaria y, por más que en los años posteriores cursara y obtuviera las licenciaturas de Filosofía y de Psicología, siempre mostró una especial inclinación y preferencia hacia los temas relacionados con la salud. Quizás por eso, el 3 de enero del año 2002 el papa Juan Pablo II lo nombró miembro del Consejo Pontificio para la Salud. En conclusión, sus palabras en el Colegio Oficial de Dentistas aquel día tenían una autoridad y un peso específico añadido, además de reflejar, sin duda, el preciado valor afectivo y emocional de los dientes.
Realmente, la literatura está plagada de formas semánticas y la cultura popular de refranes y dichos que utilizan metafóricamente o de forma sugerente a los dientes en una especie de lenguaje universal. De hecho, ¿han pensado alguna vez por qué preferimos tan a menudo decir que “nos mordemos la lengua” (obviamente con los dientes) en lugar de decir simplemente que “nos callamos”?…
Cervantes, que murió con tan solo seis dientes a sus 69 años de edad, no se olvidó de la importancia de éstos en su magna obra del Quijote y dejó escrita para la posteridad frases muy ingeniosas y significativas: “Porque te hago saber, Sancho, que la boca sin muelas es como molino sin piedra” o “la cara sin dientes hace a los muertos vivientes”. No se puede resumir mejor y de manera más gráfica la funcionalidad de los dientes y su importancia en el aspecto y la apariencia física de las personas.
También mi admirado Jorge Luis Borges refrendó de manera simple y sencilla este impacto de los dientes en la imagen exterior de las personas cuando su amigo Bioy Casares dejó anotado en sus Diarios, concretamente en la entrada del martes 10 de noviembre de 1959, lo siguiente: «Comen en casa Olivera y Borges. La nueva dentadura le ha cambiado la cara. Hasta mi hija Marta lo notó. «Padrino está con la cara más ancha». El arco donde debería ir el bigote está más redondo, más señalado».
Y si profundizamos en el ámbito emocional, el médico y premio Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal aseguraba que “a los amigos, como a los dientes, los vamos perdiendo con los años, no siempre sin dolor”. Y fue Auguste Renoir, el magnífico pintor impresionista francés, quien sentenció: “Es después de haber perdido los dientes cuando pude permitirme el lujo de comprar filetes”, utilizando el simbolismo de sus dientes para explicar su devenir vital, haciendo referencia a que a la edad con la que consiguió alcanzar un cierto nivel de vida ya no pudo disfrutarlo.
Estos son solo unos mínimos ejemplos de cómo los dientes impactan de manera simbólica en nuestras vidas. Cada uno de nosotros y de nosotras tiene su pequeña historia biográfica con sus dientes y, sin duda alguna, ésta se encuentra irremediablemente ligada a nuestra calidad de vida.
Pero permítanme que también me zambulla, con el objetivo inconfesable de salpicarles, en alguna referencia trascendente a los dientes en su sensu stricto, es decir, en su literalidad. ¿Quién no ha escuchado varias veces en su vida la expresión “ojo por ojo, diente por diente…”? ¿Han reflexionado alguna vez sobre ella…? Servidora siempre se ha preguntado por qué no se utilizó mejor el enunciado “ojo por ojo, mano por mano”, por ejemplo… La explicación es sencilla: de nuevo se recurrió a los dientes por su elevado valor significativo añadido.
El origen de “Ojo por ojo, diente por diente” hay que buscarlo en los textos bíblicos entre el II y el I milenio a. C. (Éxodo, 21:23-25, Levítico 24:18-205 y Deuteronomio 19:21), en la Ley del talión, que según una de mis mejores amigas, abogada, fue la primera y tradicional formulación de la justicia proporcional en la que el castigo se relacionaba con el crimen cometido, con el objetivo de obtener la reciprocidad con respecto al daño infligido en términos de una pena idéntica y no sólo equivalente. De hecho, el término “talión” deriva de la palabra latina talis que significa ‘idéntico’ o ‘semejante’.
Se le atribuye a Hammurabi, que fue el sexto rey de Babilonia en el siglo XVIII a. C., el ser autor de las 282 leyes que conformaron el código que lleva su nombre. En él, este principio de reciprocidad exacta al daño causado se reflejaba con claridad en la ley 196, con los dientes como una importantísima moneda de cambio. Muchos siglos después, este principio de alguna manera fue trasladado al cuerpo legal de la Roma antigua y al judaísmo, hasta qué en la época talmúdica, los rabinos determinaron que la pena se transformase en un resarcimiento económico. Ya en el Nuevo Testamento, fue dejado sin efecto para el cristianismo a raíz del sermón de la montaña.
Hoy en día, la expresión “ojo por ojo, diente por diente” se sigue utilizando como un refrán popular español singularmente extendido por toda la América latina, para referirse a la venganza. Sin embargo, como ya les he comentado, su origen no fue exactamente la venganza sino el primer intento de poner límite a la violencia estableciendo una proporcionalidad entre el daño producido delictivamente y el daño recibido por el castigo correspondiente. Ahí los dientes estuvieron presentes, y eso acumula ya algo más de cuatro mil años de recorrido.
Espero haberles dado suficientes argumentos para que refuercen sus vínculos de amor con la Odontología, no sólo por sus componentes profesionales sino porque siempre es más fácil amar a lo que se admira, al menos, mientras se tiene. Ocurre igual con los parientes…